Poemas de El amor ya no es contemporáneo, ed. Baile del sol, Tenerife, 2005.
"Existe un mundo en otro lugar". Robert Creely.
Metáfora
Cada persona es un mundo.
Esperemos que no sea este.
**
"Como si nada de esto hubiera sucedido realmente". Antonio Orihuela.
El resto del camino
a veces ocurre:
me quedo parado
en mitad del pasillo,
mirando fijamente
las baldosas del suelo,
sin reconocerlas,
ni reconocer en ellas
los
pasos
perdidos.
**
Poemas de Algo que declarar. Poesía de no ficción. Bartleby ed, Madrid, 2007.
Estación terminal
lápiz y papel
una estufa encendida
casa de poeta
**
Poesía completa
Cuando tú te acuestas, nunca primero de las ocho,
con el frío en los ojos y el sueño en los huesos, rendida,
yo me levanto, y en vez de darte un beso, unos mimos
o un simple buenos días, una sonrisa aunque fuera,
o tener, por lo menos, una palabra amable para contigo,
en vez de eso, lo que hago es protestar, quejarme:
¡Joder, tía, cada vez llegas más tarde a casa!
o como mucho, si me despierto de buenas, preguntarte:
¿Qué tal anoche? ¿Hubo mucha gente? ¿Fue alguien conocido?
Luego te cierro la puerta, para que no te moleste el ruido
y después de la insulina y el desayuno integral
me encierro a solas con mi conciencia y empiezo a escribir.
Cuando te despiertas, nunca después de las dos, a veces antes,
yo sigo aún encerrado en mi estudio, escribiendo,
y después de comer, si antes de empezar no he puesto cara de asco
y dejado la comida en el plato después de despotricar contra ella:
¿Otra vez lo mismo? ¿Otra vez hay esta mierda, joder?
en tanto tú te pones a recoger la mesa, yo me pongo en pie
y con la taza de café en la mano, café que tú me has preparado,
sin agradecerte los alimentos ni decirte lo bien que sabía todo,
me dirijo a mi estudio para continuar escribiendo,
y así, mientras tú terminas de fregar los platos y de desentrastiar
un poco la cocina y después te acuestas a descansar un rato,
yo, encerrado en mi estudio, a solas con mi conciencia, escribo.
Cuando ya has descansado lo suficiente, llamas a mi puerta,
me sobresaltas, dejo el bolígrafo y levanto la vista del papel:
abres la puerta una rendija, un poco más, asomas la cabezuca:
¿Se puede?
¿Qué quieres?, te miro, sin levantarme de mi silla de madera.
Te he dejado hecha la merienda, me voy a hacer lo del bar,
¿quieres que te traiga algo de la calle? Qué necesitas, dime.
y mientras tú haces lo del bar, es decir, mientras tú limpias,
barres, pasas la fregona y repones botellas vacías,
yo continúo aquí, encerrado en mí mismo, escribiendo,
y cuando luego regresas, justo a tiempo para la cena,
lo primero que te pregunto según entras por la puerta es
¿Te acordaste de traerme eso? ¿Me compraste el papel y el tabaco?
y después vuelvo a mi mundo y continuo escribiendo,
todo el santo día escribiendo
todo el santo día escribiendo POESÍA
y luego, al a hora de la verdad, cuando lo hay que demostrar,
qué poca (o ninguna)
me queda para ti.
**
Estación terminal
lápiz y papel
una estufa encendida
casa de poeta
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Poesía completa
Cuando tú te acuestas, nunca primero de las ocho,
con el frío en los ojos y el sueño en los huesos, rendida,
yo me levanto, y en vez de darte un beso, unos mimos
o un simple buenos días, una sonrisa aunque fuera,
o tener, por lo menos, una palabra amable para contigo,
en vez de eso, lo que hago es protestar, quejarme:
¡Joder, tía, cada vez llegas más tarde a casa!
o como mucho, si me despierto de buenas, preguntarte:
¿Qué tal anoche? ¿Hubo mucha gente? ¿Fue alguien conocido?
Luego te cierro la puerta, para que no te moleste el ruido
y después de la insulina y el desayuno integral
me encierro a solas con mi conciencia y empiezo a escribir.
Cuando te despiertas, nunca después de las dos, a veces antes,
yo sigo aún encerrado en mi estudio, escribiendo,
y después de comer, si antes de empezar no he puesto cara de asco
y dejado la comida en el plato después de despotricar contra ella:
¿Otra vez lo mismo? ¿Otra vez hay esta mierda, joder?
en tanto tú te pones a recoger la mesa, yo me pongo en pie
y con la taza de café en la mano, café que tú me has preparado,
sin agradecerte los alimentos ni decirte lo bien que sabía todo,
me dirijo a mi estudio para continuar escribiendo,
y así, mientras tú terminas de fregar los platos y de desentrastiar
un poco la cocina y después te acuestas a descansar un rato,
yo, encerrado en mi estudio, a solas con mi conciencia, escribo.
Cuando ya has descansado lo suficiente, llamas a mi puerta,
me sobresaltas, dejo el bolígrafo y levanto la vista del papel:
abres la puerta una rendija, un poco más, asomas la cabezuca:
¿Se puede?
¿Qué quieres?, te miro, sin levantarme de mi silla de madera.
Te he dejado hecha la merienda, me voy a hacer lo del bar,
¿quieres que te traiga algo de la calle? Qué necesitas, dime.
y mientras tú haces lo del bar, es decir, mientras tú limpias,
barres, pasas la fregona y repones botellas vacías,
yo continúo aquí, encerrado en mí mismo, escribiendo,
y cuando luego regresas, justo a tiempo para la cena,
lo primero que te pregunto según entras por la puerta es
¿Te acordaste de traerme eso? ¿Me compraste el papel y el tabaco?
y después vuelvo a mi mundo y continuo escribiendo,
todo el santo día escribiendo
todo el santo día escribiendo POESÍA
y luego, al a hora de la verdad, cuando lo hay que demostrar,
qué poca (o ninguna)
me queda para ti.
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