Yo escribo. Vos dibujás






¿La vida funciona por azar o es sistemática? ¿Y la obra? ¿Podemos apaciguar nuestra violenta sed de sentido? ¿Qué hacemos, cuánto hacemos para descifrar ese mensaje que el día a día emite? ¿Puede el arte modificar el modo en que manejamos nuestro escaso instrumental quirúrgico a la hora de interpretar lo que nos rodea? Yo escribo. Vos dibujás, la nueva obra de Federico León se presenta en el Teatro Cervantes como una poética práctica alrededor de estos y otros interrogantes. De hecho, los interrogantes son uno de los motores principales de la acción, una acción que en todo momento se presenta como múltiple, dispersa, equívoca e inconclusa. La propuesta transforma a público e intérpretes en una masa heterogénea obligada a convivir domesticando los convencionalismos asumidos sobre el hecho escénico.  Quienes conozcan la trayectoria de León y estén familiarizados con su búsqueda de un más allá de la escena y su capacidad para reflexionar sobre los ingredientes que la constituyen, cuentan con la dudosa ventaja de la gran expectativa, factor que el creador no deja de considerar cuando una y otra vez se pone en el lugar del público para preguntar: “¿Va a pasar? ¿Ya pasó? ¿No va a pasar nunca?”

Yo escribo. Vos dibujás toma el escenario de la sala María Guerrero y lo desacraliza convirtiéndolo en zona de tránsito y salón de juegos. No hay necesidad de revelar lo que sucede, la experiencia será única en la medida en que cada espectador logre ejercer y disfrutar su libre albedrío. No  hay punto de vista guiado, ni orden aparente. La acción poética se multiplica a nuestro alrededor y se nos proporciona cierta información que revela una posible conexión interna. Ahí, ante nuestros ojos, los mismos que creen cumplir con excelencia su función al observar cada detalle buscando quién sabe, sucede mucho más de lo que somos capaces de percibir. Se nos advierte una y otra vez sobre eso. Sin embargo, la caza del sentido no desaparece. El rumor de esa búsqueda se suma al ruido in crescendo que toma el espacio. Un espacio que ya es otro, cualquier otro, un espacio que no nos deja parar, nos incomoda y obliga a trasladarnos. Somos muchos. Tantos que aparece la duda sobre quién es quién. El propio Federico León se encuentra entre el público observando el funcionamiento de este dispositivo efímero.

La obra se constituye como un díptico donde primero se nos presentan los ingredientes y a continuación se nos facilita una posible receta para cocinar algo que nuestras mentes y cuerpos asimilen. En la segunda parte todo cambia y público e intérpretes quedan tranquilizadoramente diferenciados. Eso percibimos y en eso creemos. Pero la ficción hace lo suyo y obvia nuestra expectativa. En esta función una mujer en primera fila levanta la mano y se convierte en personaje. La naturaleza de la escena vibra. Los actores se sobreponen a un quiebre que quizá no todo el público registra. La señora, desde luego, no se considera personaje mientras habla. Tiene una duda y la comparte. Busca, como todos, una imposible respuesta. No habla de la obra, sino de la vida. 

Cuando reflexionamos sobre la imposibilidad de repetir una función hablamos también de esto: el público cambia y define el curso de los acontecimientos. Su presencia influye y determina el éxito de cada intento, la continuidad de una ficción posible. Alcanza con que suene un celular o alguien se levante en la platea para que todo vuele por los aires. El teatro es así de frágil. También la vida.

Una astróloga sin nombre, interpretada por Claudia Schijman, trata de encauzar el turbulento río de pensamiento que se le presupone, se le confía, al público. La participación imprevista de una mujer en esta función bien puede considerarse una prueba del éxito de esa hipótesis. El discurso de la astróloga resignifica el aparente caos del hecho escénico, ese microuniverso, y establece un  paralelismo con la vida, ese gran macro sobre el que nunca sabremos suficiente. Somos yonkis del sentido final, necesitamos desesperadamente que las piezas de nuestra vida encajen, que el relato se organice, que la forma se separe del fondo y tenga nombre. Corremos el riesgo de no abandonar nunca ese estado infantil donde los cuentos comienzan y terminan otorgándonos el dudoso privilegio de la coherencia absoluta. Yo escribo. Vos dibujás nos invita a ejercitar la incertidumbre y a enfrentarnos con el monstruo de nuestra ansiedad. En la obra y en la vida.



Yo escribo. Vos dibujás 

La astróloga Claudia Schijman
El patovica hippie Felipe Boucau

Intérpretes Ariel Bar-On, Ulises Bercovich, Pablo Brignoccoli, Pablo Cernadas, Agustín Chenaut, Luciano Ciruzzi, Vicente Correa, Sergio Faya, Nahuel Galarce, Rubén Galarce, Horacio Games, Ariel Guanuco, Stella Maris Isoldi, Leandro Orellano, Ariel Ragusa, Julio Rolleri, Franco Rossi, Marcelo Silva, María Luz Silva, Emanuel Torres, Dalmiro Villanueva, Leonardo Vitale, David Zabotinsky, Santiago Zarba



Por ZELAYA

Casting María Laura Berch, Mariana Berch

Fotografía Ignacio Iasparra

Realización de muñeco Cecilia Polidoro

Asistencia de iluminación Paul Pregliasco y Martín Fernández Paponi

Asistencia de escenografía Valentina Remenik

Asistencia de producción y utilería Tamara Belenky

Asistencia de dirección Juan Francisco Reato

Producción ejecutiva Melisa Santoro Aguirre

Coordinación de producción Rodrigo Manuel Pérez



Producción TNA – TC Silvia Oleksikiw

Jefe de escenario Nery Mucci, Edgardo Nicolaci, Julieta Milea

Asistencia de dirección TNA – TC Matías López Stordeur, Esteban de Sandi



Música original y sonido Diego Vainer

Iluminación David Seldes

Vestuario Paola Delgado

Escenografía Ariel Vaccaro

Dirección Federico León


ÚLTIMAS FUNCIONES: DOMINGO 17 / 3 a las 19.15 y las 21.30h.
TEATRO NACIONAL CERVANTES