Día T

"Nosotros no hacemos que el teatro exista. 
Es gracias al teatro que nosotros existimos."   

Isabelle Huppert, discurso del Día Mundial del Teatro, 2017.



Vivimos en un mundo desmemoriado que precisa días para todo. Inventamos días que favorecen el consumo y el intercambio de gestos y frases vacías. Se reivindica desde la superficie, desde la apariencia, el desempeño de un oficio, una conquista legal, una identidad de género e incluso la existencia de los vínculos familiares o la supervivencia del amor como concepto. Son tantos los días memoriosos que resulta imposible celebrarlos a conciencia. Tener ganas, cuerpo e ideología para. Los días D se multiplican y debemos elegir cuáles nos pertenecen y cómo participamos. 

El día Mundial del Teatro pertenece a una minoría de mortales. Se nos conceden unos minutos de reflexión y reivindicación. Celebramos la persistencia de la maravilla, el empeño cifrado en eso que sigue atentando contra un sistema cada vez más obtuso: el teatro como encuentro. Encuentro físico, en cualquier espacio. Encuentro de los unos con los otros. Quienes se reúnen para hacerlo posible y quienes acuden a su luz. Nos debemos los unos a los otros. No importa que nunca sepamos quién está en platea o que no tengamos ocasión de agradecerle por tanto al creador que esa noche, con suerte, con muchísima suerte, apaciguó nuestro dolor convirtiéndolo en otra cosa. 

Elijo esa frase de Huppert en su discurso: "Nosotros no hacemos que el teatro exista. Es gracias al teatro que nosotros existimos. " Reconozco en ella una profundidad alejada de parafernalias y reconocimientos. El teatro es un encuentro que nos precisa disponibles y generosos pero, sobre todo, el teatro es lo que nos hace a cada uno. Sobre esa operación poco y nada puede traducirse a ciencia cierta. Hablarán los expertos de (re)conocimiento, catarsis, emoción y epifanía. Tendrán razón, pero se quedarán cortísimos. 

El día Mundial del Teatro quizá sirva para que cada uno, en medio de su campo de batalla, renueve sus votos con la causa y vuelva a elegirla. Recordar que mucho más de lo que podamos darle al escenario, nos será entregado. Recordar que somos piezas ínfimas de una tradición comunitaria que seguiremos amando y desconociendo. Recordar que toda vez es única y entender que, así como nosotros no podemos concebir una vida sin teatro, también hay muchísimos que no lo precisan e incluso tantos otros que harán cuanto esté en su mano para que nuestras condiciones, nuestro ser, estar y hacer, sean cada vez peores. Harán cuanto esté en su mano para que abandonemos, para que nos dediquemos a cualquier otra cosa. No entendieron que después de nosotros vendrán otros. Con más valor y nuevas historias. La absurda historia de la civilización así lo prueba. 



m.trigo