#ColectivoLascia



Sábado de marzo en Buenos Aires. Quiere llover hace días pero no. Son las diez de la mañana y en el CELCIT "los Lascia", se preparan para un nuevo ensayo general. Reestrenan Si no te veo, felices fiestas. Pero no solo. Es una de las tres orgullosas hijas de Pablo Bellocchio que vuelven este mes. Las otras son Dos, una desconexión y Otra vez lunes. Cada una en un teatro diferente y con elencos distintos. Elencos que, sin embargo, comparten un núcleo de trabajo, el Colectivo. 

En Buenos Aires, donde las producciones independientes se forjan en torno a cooperativas fugaces que nacen  y mueren con cada obra, ellos resultan un fenómeno digno de atención. Por varios motivos: su pervivencia en el tiempo, su compromiso grupal con cada proyecto, su búsqueda de nuevos modos de gestión y producción y la apuesta por mantener en cartelera cada trabajo el mayor tiempo posible. Para que tales hazañas se logren se intuye un mecanismo aceitado por el tiempo y la experiencia, donde el reparto de tareas y roles resulta imprescindible. 

Alcanza con verlos prepararse durante una hora para confirmar esas intuiciones. Los actores van y vienen tratando de encontrar un cuerpo y una voz que ponerse. Mariví Yanno, impecable asistente de dirección, se afana en los detalles finales de la puesta mientras repite un práctico mantra para todos: "capacidad de aire, calentar cuerdas, proyección". Bellocchio cambia de asiento una y otra vez, en ese afán de todo director de querer asegurar sus decisiones sobre el espacio. La sala es nueva y entraña un desafío, la puesta debe adaptarse a un doble frente. Las marcas que deben pasar inadvertidas no pueden ser más precisas. 

La puesta en escena mantiene su sobriedad. La obra despliega su dispositivo dramático (des)ordenando el relato vital de una pareja condenada al desencuentro y sus repercusiones en el tiempo y en los otros. Repercusiones de las que nunca serán conscientes. Los personajes entran y salen del espacio escénico  como si de un ring de combate se tratara y, en los mientras, los actores están ahí, como espectadores de los hechos. La dirección subraya el artificio elegido, nos convierte en cómplices de la artimaña. El público pacta y asume cada decisión: los saltos en el tiempo, las voces del pasado, la simultaneidad de escenas, el cuerpo paralizado de una enferma... 

El espacio queda limitado por un círculo de luces y papeles que, de a poco, se resginifica. El único elemento que los acompaña es un cubo de madera. Suerte de caja china literal donde se ensamblan las piezas del relato fragmentado y que ejerce también como referencia polivalente para el accionar de los actores. 

Si no te veo, felices fiestas es un texto que elige la suma de anécdotas para ayudarnos a reflexionar sobre la existencia y sus azares sistemáticos. Sus personajes habitan lugares donde todos hemos estado alguna vez. Su franqueza se torna desmedida y necesaria. "Me cansa sentir que estás todo el tiempo a punto de dejarme". "No es mi culpa ser lo único bueno de tu vida". "Me da mucho miedo mirarte ahora", son algunas de las frases que revolotean a nuestro alrededor horas después. 




ph. Francisco Castro Pizzo


El punto de vista privilegiado de quien asiste a un ensayo siempre resulta de difícil traducción. La instancia del ensayo, general o no, implica que cualquier cosa puede cambiar. Un accidente puede mejorar una escena, una frase desaparecer, un gesto o una mirada, sumarse. Y con cada uno de esos detalles, algo nuevo, mínimo y necesario, sucede. Cómo no amar esta instancia de la creación donde la alquimia es constante y donde la generosidad del oficio es siempre fascinante. Junto a esa certeza, otra: a dirigir, solo se aprende dirigiendo. No hay un único modo de hacerlo. Ni siquiera un modo bueno. La naturaleza de cada obra exige aspectos insospechados de uno mismo y el modo en el que nos enfrentamos a ese monstruo creado a nuestra imagen y semejanza, dista mucho de una vez a otra, de un proyecto al siguiente. Si para escribir, hay que escribir, para dirigir nunca sabremos exactamente qué necesitaremos hacer. Por eso, no está de más repetirlo, no hay ensayo ajeno donde no se adquieran herramientas de interés. 

Gracias a Pablo Bellocchio y al Colectivo Lascia por dejarme acompañarlos en este nuevo viaje de regreso. 

No se pierdan las funciones. Ya están todos en cartel. 



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