Estrógenos, de Leticia Martín




Quien escribe ama el género futurista y fantasea constantemente con un mundo mejor donde el cianuro sea de venta libre y la eutanasia no esté solo al alcance de nuestras mascotas. Elaboro apocalipsis merecidos, me deleito imaginando la expansión del imperio chino sobre la faz de Occidente y considero que el fin de la humanidad es la única medida ecológica eficaz para que lo que queda del planeta recupere algún día su belleza despiadada. Nunca quise tener hijos y, si en algún momento discutí sobre la igualdad de géneros, era en la biología donde cifraba mis frustraciones: la mujer como sujeto condenado al dolor, la sangre, la gestación y el parto. Hasta que esos factores no desaparezcan de la ecuación, no veo igualdad asomando en las encuestas. 

Soy, a todas luces, una más en la horda extincionista de esta historia. Mi lectura de la última novela de Leticia Martín, Estrógenos, encuentra en ella una ventana abierta de par en par hacia un mundo feliz. Una felicidad irónica, contradictoria y aséptica donde el deleite viene dado por la asimilación de pequeños ingenios que modifican la esencia del mundo conocido hasta la fecha. 

En esta distopía que, por momentos, parece estar a la vuelta de la esquina, el hombre analógico es un misterio y "las guerras web" impusieron nuevas lógicas de organización social donde rige la virtualidad. Todo es, existe, funciona, se activa y sobrevive en el "Nit". El cambio climático modificó los mapas y Euramérica es otra. En las zonas inundadas, "los ostentosos monumentos del capitalismo se convirtieron en museos subacuáticos." Buenos Aires, irreductible, sigue en el mapa y su ecosistema manifestante permanece intacto. Las calles son tomadas por nuevos reclamos. Los continuistas defienden el derecho a engendrar de los hombres y exigen leyes que protejan la continuidad de la especie. 

En efecto, allá y ahora, en ese futuro alcanza con una concepción asistida y casera, una jeringa en manos de la amante, para que el embarazo masculino sea posible. Sutileza no menor, los hombres solo gestan los primeros meses del feto, cuyo desarrollo concluye en incubadora. Sea como fuere, un gran paso para la civilización. 

"Quiero ser padre, no quiero ser mujer", afirma categórico el protagonista mientras cumple con los rigurosos protocolos hormonales. El humor se acentúa en el tratamiento dado al embarazo ya que, independientemente del sexo del sujeto embarazado, los inconvenientes y prejuicios que enfrenta en sociedad, son una extensión de nuestro presente inverosímil. 

"Hubiera querido preguntarle al viejo en qué lugar piensa que van a emplear a un hombre embarazado, o que acaba de parir, pero prefiero preservar mi dignidad", señala Martín al ser despedido alegando la siempre recurrente reestructuración de planta. 

No hay buen relato futurista donde no explote todo por los aires y Leticia Martín, entrenada en el relato de lo extraño - ya en El gusto, su novela anterior, la protagonista exploraba un punto de vista tan distorsionado como meticuloso sobre las filosas aristas de lo cotidiano -, lo sabe. Estrógenos arde y en su clímax contextualiza sentencias cuya inmediatez obliga a cuestionarse sobre el comienzo de ese futurible.  

"El pasado sigue existiendo en el Nit, cada instante de nuestra vida está registrado, grabado, comprimido." (...) "El pasado funciona como placebo."

"Lo que es lógico para unos, no lo es para los otros, y es obvio que a esta altura el gobierno de la razón ha sido desplazado y ocupa el margen más austral y esquivo de la historia de la evolución. Si la creencia general del Nit es que debemos desaparecer como especia, no hay dudas de que vamos a terminar desapareciendo." 

"Somos la consecuencia mínima de una cadena de malas decisiones. "

El relato avanza ágil hacia un horizonte de expectativas satisfecho y nos deposita en uno de esos epílogos donde se otorga licencia para seguir inquietándonos sobre las prácticas y decisiones que definen el camino por el que la humanidad ¿avanza? 

El futuro (también) puede ser una isla desierta dónde sentarse a hablar con el niño que hubiéramos querido ser. 


Estrógenos, Leticia Martín 
Ed. Galerna, Buenos Aires, 2016.