DOCE VEINTICUATRO




DOCE VEINTICUATRO / 12 semanas / 24 propuestas

Es un festival de seminarios intensivos orientado a artistas profesionales y estudiantes en formación en artes escénicas. Constituye una plataforma de variadas propuestas de entrenamientos a cargo de docentes que son a su vez artistas creadores.

Durante tres meses, Junio, Julio y Agosto, dos seminarios intensivos cada semana se abren para entrenar las herramientas y recursos de la creación, interpretación, composición, improvisación, dramaturgia, dirección, cruces interdisciplinarios, etc. Una oportunidad de explorar e indagar de manera intensiva, distintas formas de habitar la escena, a través de diferentes lenguajes con la posibilidad de experimentar desde una a veinticuatro propuestas.

El formato apuesta a generar, en un mismo lugar, un espacio de encuentro e intercambio para potenciar las poéticas que circulan en la abundante producción e investigación local. Se apunta a que los participantes puedan aproximarse a una dinámica de trabajo particular y a un contenido concreto propuesto por los docentes- artistas que dicten los seminarios, conozcan a los artistas que dicten los seminarios en una propuesta de corta duración y eventualmente decidan desarrollar más lo explorado en otros seminarios o talleres anuales que dicte el docente - artista en otro contexto.



INFORMES E INSCRIPCIONES
seminarios1224@gmail.com


Equipo DOCE VEINTICUATRO
Catalina Lescano
Lalo Moro
Guadalupe Lobo
Marcio Barceló
Luciana Gandolfo

Comúndrama

Retoma la actividad este blog de dramaturgia, iniciativa de Vanina Montes, donde aparecen textos inéditos.

Acá una reciente colaboración con la causa.


Trancas y barrancos (fragmento)







Ella: Acá entretienen como pueden. A la Eugenia le da por engordarse, por ejemplo. Como una marrana la matanza se pone tos los inviernos y después, claro, se queja, se enferma, se tié que hacer de vuelta los vestíos… Tié un ropero la Eugenia que paece un almacén de Cáritas. Ropa de tos los tamaños. De cuando estaba flaca como un fideo, de cuando se quedó preñá de los trillizos, de los engordes estos que se apaña y de las adelgazás. Que las consigue, ¿eh? Se pasa unas primaveras mu sacrificá pá llegar al verano y meterse en un vestío sin mangas. Dice la Eugenia que lo peor de ser gorda es esconder los brazos en verano, ya ves. Yo diría que lo peor de ser gorda es tener un culo más grande que toas las sillas, pero las gorduras las mujeres somos un caso y a ca una le agarra una locura distinta. Yo de más chica me pesaba to los días, por ejemplo. Antes de saber lo que era un novio, claro. Después ya me dio igual, la verdá. Una vez que te engancha el patrocinio macho, te das cuenta que a los hombres kilo arriba, kilo abajo, les importa tres carajos. Mayormente los hombres aspiran a que una les cocine más o menos y no hable mucho. Por lo menos, los hombres de este pueblo con eso se contentan. Los de fuera no sé. Los forasteros son más raros, tienen como más aspiraciones  e inquietudes. Pero acá la verdá que ya entendiendo poco, las parejas se resuelven fácil. El cura ya ni jode con los casorios porque visto lo visto. No voy a malmeter, pero vamos, que acá, el casao casao, no abunda. El patio es chico, enseguía se aburre el personal y el diablo mata moscas con el rabo, pero tonto no es. El casao, casao se queda, pero en el medio baila con lo que se tercie. Y acá tercian todos. Yo antes también terciaba. Ahora estoy de mal ver y mucha mala leche tengo encima, así que tercio menos. Pero me paece bárbaro, muy sano, que tercien todos juntos. En algo hay que ocuparse. 


Nurit Kasztelan













Librera, editora, poeta y dramaturga. 


¿Cómo te definís profesionalmente?
Qué díficil: hago muchas cosas dispersas. Soy librera, editora, escribo poesía y dramaturgia, doy clases y ahora estoy empezando a dirigir teatro.
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
No podría hacer otra cosa.
¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación?
Todas, recibirme de economía me sirvió para saber que no quería dedicarme a eso, estudiar literatura me sirvió para entender que tengo una relación absolutamente pasional con los libros y que la carrera de letras donde estaba obligada a leer lo que no quería no era para mí; y la maestría en Estudios interdisciplinarios de la Subjetividad me sirvió para abrirme la cabeza, para usar a la filosofía como una forma de ver y entender el mundo.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
Mi trabajo me enseñó a adaptarme a las personas: que no todos los libros son para todo el mundo, que lo te gusta a vos no necesariamente le va a gustar al otro.
¿Y lo más hermoso?
Que a veces lo que te gusta a vos sí es lo que le gusta al otro, y entonces encontrás una empatía tremenda con alguien que apenas conocés. Pero lo más hermoso que me pasó es algo que no me voy a olvidar nunca, y fue recibir este mail después de la presentación de mi libro, de la mamá de una nena de ocho años:
“Hola, Nurit el sábado fuimos a escuchar a Lucas y te conocimos, conocimos a la poetisa. Desde el conocimiento, la teoría, el análisis nos encantó lo que hacés. Nos conmoviste mucho, pero no te escribo por eso. Junto a mí estaba mi hija Victoria. Mientras recitabas te miró atenta, aplaudió, te escuchaba con esa mirada de niña que captura, desde la inocencia, todo. Aquí a mi lado me recuerda que sus poemas favoritos son: "El orden" y "Necesidad de lo liviano". Cuando salimos, nos pidió hasta el cansancio que le compremos tu libro. Esta mañana lo agarró y nos empezó a leer tus poemas en voz alta y se reía, y los disfrutaba, jugaba con ellos, corría con el libro en la mano, fue mágico. Quería contártelo, Nurit, porque vos le abriste el alma a mi hija a la poesía y ella se asoma de una manera increíble. Yo no sé cómo agradecerte lo que has hecho, quizá ninguna de las tres tengamos conciencia de este momento. Gracias, querida Nurit, ya sos inolvidable para mí.”
¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias creativas?
Mis influencias van cambiando, son por etapas. Suele pasarme que me obsesiono con un autor y trato de leer todo lo que publicó o ver todas las muestras de un artista plástico particular. Mis maestros, colegas que admiro. Pero en realidad, soy lo que soy principalmente debido a la dispersión y el aburrimiento.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación?
Tengo un nivel de obsesión alto, y me cuesta mucho cerrar los poemas, o un texto, le doy demasiadas vueltas al asunto. Pero no es algo que me duela.
¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
No.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
En 2015 estuve con proyectos que venían desde antes y que todavía siguen, como la librería y la editorial. Incursioné en dos cosas nuevas, que es dar clases de formación de espectadores y conducir una columna en la radio. También dirigí en teatro dos obras breves y a mitad de año empecé a dirigir una obra que escribí con una amiga, que aún no se estrenó.
¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse?
La idea es que la obra “El espacio conmigo” se estrene en 2016, en 2015 se trató sobre todo de armar el equipo (actores, asistente de dirección, escenógrafo, iluminadora, productora).
¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
La poesía siempre está, va y viene, pero estoy casi todo el tiempo conectada con ella, es un poco mi manera de mirar y entender el mundo, por más que no esté siempre la idea de publicar el libro.
¿Cómo lo recordás? ¿Qué hubo de bueno y de malo?
No pienso en términos binarios. Al principio tenía más ansiedad para publicar, ahora ya no, respeto mucho los tiempos que dicta la poesía.
¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Tengo la suerte de ser feliz casi todos los días en mi trabajo, y en general vivo de lo que me gusta. Lo que amo amo, prefiero mantenerlo como estado de excepción para que sea solo resto. Amo cocinar y cuidar mis plantas, pero no me gustaría que me paguen por ello.
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
Me interesa mucho la pintura, suelo ir seguido a ver muestras en museos o galerías. A veces estoy tan saturada de la palabra que necesito sólo imagen. Y además de literatura y teatro también me interesa el cine. Y últimamente un poco la danza.
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Estaba en Berlín y quise ir al museo de Bruke, que estaba a dos horas de la ciudad, en una localidad rural, y me fui sola para allá, donde nadie hablaba inglés, me senté a comer en un lugar por señas y encima el museo estaba cerrado.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Me arrepiento de pocas cosas.
¿Qué estás leyendo?
Releyendo Mi vida de Isadora Duncan, Los poemas de nuestro clima, de Wallace Stevens y un libro de entrevistas a Curadores de arte, compilado por Gumer Maier que editó el Centro Cultural Rojas
¿Qué autores recomendás siempre?
Silvina Ocampo, Enrique Lihn, Julio Ramon Rybeiro, John Berger, Marguerite Duras, Virgilio Piñeira.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
En general no me gusta ver películas más de una vez pero Sans Soleil de Chris Marker es una gran excepción. Me partió la cabeza y me emocionó mucho.
¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles?
Los que me emocionan hasta la médula o me abren nuevas formas de mirar el mundo: Xavier Dolan, Miranda July, Sophie Calle, Louise Bourgeois, Wes Anderson, Marta Minujin. Seguro más, pero ahora no se me vienen a la cabeza.
¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?
En general busco que compartan mis obsesiones, y que tengamos una forma parecida de trabajar. Sobre todo busco que sean pasionales con lo que hacen y que tengan claro su deseo.
¿A qué profesionales de tu ámbito seguís de cerca?
De los libreros me interesan Andy Andersen de la ex Lilith, Pablo Pazos de Arcadia y Sandro Barella de Norte. De editores admiro mucho a Diego Esteras y Ezequiel Fanego de Caja Negra, no solo por lo profesional sino por el modo de encarar lo humano, son pibes muy generosos. En teatro me interesan obras puntuales de algunos autores: Nada del amor me produce envidia de Santiago Loza, Mi vida después de Lola Arias, Vapor y El pasado es un animal grotesco de Mariano Pensotti, varias de Rafael Spregelburd, Actriz de Barbara Molinari, Llegó la música de Alberto Ajaka. En poesía me cuesta contestar. Podría nombrar dos que llegaron a interesarme tanto que me las puse a traducir, Anne Carson y Louise Gluck.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
Hablo con amigos, colegas, gente que admiro. Siempre ando pidiendo consejos. Es mi mayor defecto, y mi mayor virtud.
¿Pedís subsidios para tus proyectos? ¿A qué instituciones?
Solamente pedí el año pasado a una línea movilidad y lo gané, fue un viaje España.
¿Por qué?
Porque mi editor me había invitado a España a participar a un festival de poesía y no podía pagar el pasaje. Fue él quien me incentivó a presentarme y me llenó el formulario.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
Tengo ganas de intervenir acá, en este lugar, en la cultura de esta ciudad. Hoy no me imagino viviendo en otro lugar. Me siento un poco identificada con ella: es nocturna, le cuesta mucho dormirse, siempre hay cosas para hacer…
¿Hay algún viaje que marcara un antes y un después en tu trabajo?
En la poesía fue mi primer viaje a Chile a un festival de poesía, y en términos editoriales cuando fui a Guadalajara, se me abrió la cabeza, muchas ideas que aún no llegué a concretar. En términos personales, cuando fui a Cuba en 2001, estaba conflictuada con mi situación de clase y fue muy fuerte ver lo que pasaba ahí, entender un poco cómo fue la revolución, viendo cosas buenas y también un montón de cosas malas. Ahí me di cuenta de que quería ser artista o dedicarme al arte de cualquier forma, y que era muy dichosa de elegir lo que quería hacer y no lo que una revolución necesitara.
¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
Siempre tengo un nuevo proyecto entre manos.
¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo?
Sí. Mi cabeza funciona por compartimentos separados, o, por decirlo de otro modo, el desorden es mi sistema. Como hago tantas cosas, pongo prioridades en términos de energía y así voy cumpliendo las tareas, a veces por días de la semana, momentos o meses del año. A veces la claridad en el deseo te ordena el resto de las prioridades.
¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes?
Tener un hijo. También quiero conocer Rusia, Japón y China.
¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?
No considero que tenga trayectoria. Considero que soy una persona que tiene deseos muy fuertes y que en general tuvo la suerte de realizarlos.
¿Qué es lo que más te preocupa en tu futuro?
Me gustaría eventualmente tener hijos, y me preocuparía que eso no ocurra.
¿Qué hacés cuando no estás trabajando?
Trato de escaparme a la naturaleza, al Tigre especialmente. Necesito mirar el verde y el agua.
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?
Sería cocinera. Amo cocinar, mezclar ingredientes, improvisar, agasajar a gente querida cuando viene a comer.

Apología de la carta de amor

 “Ama como puedas, ama todo lo que puedas. No te preocupes por la finalidad de tu amor”.

Amado Nervo


Aprendí a declararme por escrito antes de poder decir en voz alta “te quiero”. El amor traducido, domesticado en metáforas terribles y adjetivos que tropiezan entre sí con humor torpe y desvalido, siempre me pareció más interesante que el sentimiento desprolijo y esquizoide que altera mis sentidos convirtiéndome en alguien francamente estúpida. De algún modo, la carta de amor, la misiva donde mi corazón diseccionado se explaya en kilómetros de tinta, construye un puente desde el que no temo saltar al vacío. Tardé mucho tiempo en ponerme en el lugar del lector, el receptor de esos explosivos alegatos donde todo es posible. Cuando lo hice, comencé a censurar mi mala praxis y a cuestionar la inutilidad de un esfuerzo que nunca recibió el análisis exhaustivo que esperaba. Nunca me importó tanto que no me amaran como su reacción ante lo leído. ¿Había conseguido algo? ¿Era diferente su mundo ahora que habían enfrentado mi manera de verlos y sentirlos?

No iban a enamorarse de mí pero descubrirían que alguien diferente habitaba el interior de esta carcasa y se fascinarían lo suficiente como para desear saber algo más sobre esta criatura o, mejor dicho, sobre mi punto de vista. Porque el amor, maldita sea, apenas es eso: un punto de vista privilegiado, un primerísimo primer plano con el que enfocamos e iluminamos a nuestro objeto de deseo inventándolo a nuestro antojo.

Las cartas de amor hoy día apenas sirven para convocar concursos literarios y, con suerte, cumplen su objetivo en los guiones cinematográficos. Ahí sí. Los guionistas saben bien cuándo debe aparecer una misiva ardiente. Pocas veces nos dejan leer o escuchar lo que dice porque cualquier hilado de frases que encadenen nos decepcionará. Alcanza con el rostro del lector, con su mirada conmovida, su sonrisa o el atisbo de una lágrima para entender que las palabras elegidas fueron las mejores posibles, que el amante – las cartas las escriben los amantes y siempre el lector es el amado - acertó, logró elaborar el hábil algoritmo de sentido que modificó todos los errores del pasado. De ahí en más, gracias a esas pocas líneas, sus vidas serán otras, mejores y felices. Al menos hasta los títulos de crédito.

Las cartas de amor no tienen títulos de crédito. Podrían. Una larga lista de agradecimientos, al menos. Nuestro agradecimiento a todas y cada una de las personas que nos acompañaron hasta esa fecha, la fecha de la carta. Porque gracias a ellos estamos lo suficientemente locos como para enamorarnos e involucrarnos en la hazaña de bajar nuestro amor a un papel. Nuestro eterno agradecimiento a todos aquellos que alguna vez nos quisieron lo suficiente como para hacernos sentir merecedores de su cariño, dignos receptores de una atención que nos mejoraba y nos hacía crecer de modos infinitos que nunca constatamos pero que, en efecto, sucedieron. Acá estamos. Somos la prueba viviente de que ese cariño no se entregó en vano. Gracias a ese cariño somos capaces de amar a una persona a la que nos dirigimos por escrito como si fuera el único ser vivo del planeta.

No. Las cartas de amor no tienen créditos porque los créditos serían un flashback larguísimo donde sería preciso contar toda nuestra historia. Quiénes somos, qué hicimos, qué nos hicieron, para entender porqué nos hemos convertido en alguien capaz de escribir una carta de amor en el siglo veintiuno y no querer que nos amen por ella, sino pretender que esa escritura, de por sí, sea lo que nos mantiene con vida. Y entonces, sí, cómo no escribirla, cómo no agradecer la existencia de cualquier ser que nos inspire y nos proporcione el coraje suficiente para enfrentarnos una vez más a nuestra soledad y llenarla de palabras que la entibien con las que, no, nunca lograremos que nos amen, pero al menos demostraremos que aún somos capaces de sentir algo. Y vivir para contarlo.

Algo de todo esto y otras muchas causalidades constituyen el iceberg de Esas cosas que se dicen y son tan extrañas, un nuevo proyecto con Fernando del Gener y Jimena López que recién comenzamos a compartir. Un pequeño (des)amor que ya tiene muchos cómplices. Buscamos testigos. 



m.trigo