Yamila Bêgné




Escritora
Autora entre otros de El sistema del invierno
Ediciones Outsider




¿Cómo te definís profesionalmente?
Escribo.
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
Un día decidí que iba a trabajar de cualquier cosa siempre y cuando implicara algún acto de lenguaje escrito. Supongo que me dedico a esto porque respeté bastante (¿demasiado?) esa decisión.
¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación?
La lectura, la ciencia, la salud, la medicina y el estructuralismo más obsesivo.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
Que, cuando se trata de escribir, mejor la agricultura intensiva que la extensiva.
 ¿Y lo más hermoso?
Controlar a veces implica no controlar. El orden y el desorden son casi lo mismo.
 ¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias creativas?
Las ideas abstractas, la ciencia más dura en sus conceptos, las estructuras más férreas: me dan ganas de verificarlas y, a la vez, aflojarles los tornillos.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación?
Las cervicales.
¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
No, sólo horas.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
El año pasado estuve sin laburo de los que pagan. Así que me dediqué a escribir más. Avancé mucho con varios libros que tenía sin terminar y que, este año, pude cerrar: Rousseau, un libro de relatos, El sistema del invierno, relatos que acabo de publicar por Outsider, y Unidad de ilusión, también libro de relatos, que estoy terminando ahora mismo.
¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse?
Por ahora sólo El sistema del invierno, que publicó Outsider. Antes de eso, en 2014, publiqué Protocolos naturales, en editorial Metalúcida.
¿Cuántos te esperan ahora?
Hay dos novelas que tengo que terminar.
¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
Pensado conscientemente y diagramado desde cero, Rousseau. Lo empecé en 2010 y lo terminé este año. Protocolos naturales se fue armando durante doce años, pero de un modo menos programático: el primero de sus cuentos lo escribí en 2002 y el último en 2014.
¿Cómo lo recordás? ¿Qué hubo de bueno y de malo?
En ambos casos, lo bueno es lo mismo que lo malo. El tiempo va cambiando el proyecto y va cambiando también la forma de escribirlo. Por el lado de lo lindo, el libro se va  haciendo mejor y la escritura va pasando, en mi caso, de un polo más duro a un polo más blando. Por el otro lado, eso mismo por momentos me resultaba demasiado difícil de entender: a veces yo estaba “adelante” de mi texto y otras veces el texto estaba “adelante” mío: fueron muchas las ocasiones en que no estuvimos en el mismo lugar el texto y yo. Desfasaje entre proyecto y escritura concreta: eso quiero decir.
¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Para pagar las cuentas también escribo, aunque no ficción. Escribo para revistas de salud y medicina y para publicaciones culturales. También coordino encuentros de escritura y de lectura.
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
Con la música, todos los días.
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Escribir un cuento sin verbos, un cuento sin sustantivos y un cuento sólo con verbos y sustantivos. Y encima reunirlos en un libro.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Eso mismo.
¿Qué estás leyendo?
Un libro de introducción a la geología y Principios de filosofía zoológica, de Etienne Geoffroy Saint-Hilaire. 
¿Qué autores recomendás siempre?
Beckett, Sebald, Katchadjian, García Lao, Carlos Ríos.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
Another earth, de Mike Cahill. Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, de Michel Gondry, Children of men, de Cuarón, The thin red line y The tree of life, de Malik. Y cada vez que hago bici fija en casa sin muchas ganas, la verdad que veo The devil wears Prada.
¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles?
Pulp, por las enumeraciones. Erik Satie, por la suavidad extraña. Malik, por el detalle de la naturaleza y el panteísmo. Rousseau, por ser tan raro hace tanto tiempo. Beckett, por la lógica y la emoción, todo a la vez.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
Hablo con amigos, nos ayudamos a leernos. Hablo con mi novio: él me lee y me edita y yo lo leo y lo edito. Hablo con mis editores. Y hablo con mi mamá, que me tira la posta sobre cuestiones muy concretas y científicas de mis textos.
¿Pedís subsidios para tus proyectos? ¿A qué instituciones?
He solicitado algunas veces las becas del Fondo Nacional de las Artes pero ha sido sin suerte. Crucemos los dedos para este año. ¿En noviembre es que están los resultados?
 ¿Por qué?
Porque escribir lleva mucho tiempo y está bueno tener unos meses libres de trabajos pagos para dedicarse a escribir. Realmente creo que hace la diferencia tener todo el día para la escritura. Hay muchas cosas de escribir que pasan durante el tiempo libre.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
No me interesa ni vivir en otra ciudad ni en otro país. Tampoco mucho viajar, la verdad.
 ¿Hay algún viaje que marcara un antes y un después en tu trabajo?
No. Para mí es muy importante estar bastante quieta para escribir. Por eso vivo con un perrito y no con un gatito, creo: al perrito, que se llama Gregorio, ya que estamos, no lo puedo dejar más de ocho horas solo. Entonces siempre estoy cerca de casa y siempre puede estar escribiendo o pensando sobre escribir o en esa órbita de asuntos.
¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
Casi siempre escribo a partir de una idea sobre la forma, sobre la estructura de un texto. O a partir de ideas conceptuales. Escribo libros o textos como si escribiera monografías o tesis: tengo una especie de hipótesis de trabajo y allí vamos.
¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo?
Adentro de los textos mismos hay sistemas muy fuertes, que intento, porque son tan fuertes, aflojar. En la actividad de escritura hay una especie de sistema pero que no termina de ser sistema: en principio, escribir todo lo que pueda sobre un tema o en una forma, y después tirar del hilito. Intuir, más que nada. Y dar tiempo.
 ¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes?
Terminar una novela.
 ¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?
Desde adentro de la escritura, pienso que voy de más control a menos control, de más sistema a menos sistema. Pero es un trabajo difícil: es más complicado, para mí, aflojar que ajustar. Esforzarse para relajarse, ¿no?
¿Qué hacés cuando no estás trabajando?
Hago gimnasia, voy a pilates muchas veces por semana, veo películas, salgo a caminar con Grego, tomo vino con mi novio.  
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?
Si hubiera tenido suerte, estaría trabajando en algún observatorio astronómico.