21 de octubre de 2015

Cómo hablar de una película que pareciera haber existido desde siempre, que sigue cumpliendo años pero que ahora es más joven que nosotros. La película que abrió de una patada la puerta del tiempo y nos enseñó que sí, se puede viajar a través de él, pero se recomienda no beneficiarse del trayecto para disfrute personal. 

No vi su estreno en cine, pero recuerdo perfectamente la primera vez que la vi en televisión en la navidad de 1991. Sí, el mundo giraba mucho más despacio. Quizá por eso Regreso al futuro nos robaba el aliento y nos dejaba temblando esperando la segunda parte. TVE emitió también por primera vez ese año E.T. y Los Goonies. Fue un año de alto voltaje para mi memoria emotiva.


Me conmueve la claridad del recuerdo y reconocer en él la certeza de una de mis debilidades temáticas: los viajes en el tiempo. Películas y series que se nutren de ese imaginario suelen atraerme como un imán y McFly y Doc son los primeros responsables. Sé que los niños que disfrutamos lo indecible con ellos jamás concebimos, frente a las pantallas de nuestros televisores, que algún día el 2015 sería real. Nos sucedería a nosotros.  

M.J. Fox fue para mí ese mejor amigo lindo con el que nunca pasaría nada. El más simpático entre los simpáticos de las comedias simpáticas. Fue triste saberlo enfermo, de ese modo en el que son extrañamente tristes los dramas de personas a las que amamos injustificadamente, porque sí, desde lejísimos, desde otro planeta llamado realidad donde nunca nos encontraremos. Hoy le harán miles de homenajes por todos lados y es difícil no preguntarse qué sentirá precisamente él, para quien treinta años han pasado tan vorazmente.  

Regreso al futuro rebosa códigos y expresiones que asimilamos como propios. Hay algo agridulce en esta fecha que no logro traducir con estas líneas. Siento que mi viaje hasta este remoto futuro fue un parpadeo. Y sé que Doc no vendrá en mi ayuda. 



Gran parte de la persona que soy se cimentó gracias a unas pocas películas y series a las que volví, vuelvo y volveré, una y otra vez. Es raro ser testigo de este día, de este momento que la historia del cine convirtió en mito hace tanto. 


Patricio Foglia




Escritor
Autor de Lugano 1 y 2
La escafandra





¿Cómo te definís profesionalmente?
Soy municipal.
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
Me gustaría contestar como Marosa, porque me lo pidió un ángel, hace cien años.
¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación?
El taller de poesía de Osvaldo Bossi: mucho más intenso, ecléctico y exigente de lo que suponen quienes nunca fueron. Y antes, en mi casa, en mi infancia, un libro de Storni sobrevivió a toda crisis: Mundo de siete pozos.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
El Excel es una herramienta poderosa.
¿Y lo más hermoso?
El aguinaldo.
¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias creativas?
Mi infancia, mis amigos, Watanabe o Japón: ojalá sea verdad eso de que cualquier madera sirve para violín.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación?
A veces me acuerdo de que me hubiese gustado ser futbolista. De chico, me probé en Atlanta. Cuando suena el teléfono…
¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
 No, todo lo contrario.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
Fue un año productivo y feliz, por fortuna lleno de proyectos y de gente querida.
¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse?
No por ahora.
¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
El sitio Malón Malón *, pequeño Cabo Cañaveral, hermosa plataforma de despegue. 

¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Amo y odio ser empleado estatal.
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
Me gustan especialmente las crónicas, el fútbol y el cine.
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Contestar cuestionarios.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Volvería a hacer todo lo que hice.
¿Qué estás leyendo?
A Bustriazo Ortiz y Marina Mariasch.
¿Qué autores recomendás siempre?
A Osvaldo Bossi. A Tom Maver, Javier Roldán, Cristian Godoy.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
Volver al futuro.
¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles?
Todo es santo.
¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?
Talento y buena leche.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
En el taller de Bossi, a veces con Maver, o leyendo por mi cuenta. No existe el poema individual.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
Porque los cines y las parrillas que me gustan quedan acá.
¿Hay algún viaje que marcara un antes y un después en tu trabajo?
Las mudanzas me marcaron más que cualquier otro viaje.
¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo?
En mi caso, me parece excesivo hablar en términos de sistema o de trabajo, pero sí me parece muy importante la instancia de corrección y re-escritura de los textos.
¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes?
El llamado de Atlanta.
¿Qué es lo que más te preocupa en tu futuro?
La calvicie.
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?
No imagino otra posibilidad.



* Malón Malón: www.malonmalon.blogspot.com 

Diógenes al sol

Quien esto escribe celebró el pasado cumpleaños de Lennon escuchando la misma cinta casete que compré hace veinte años cuando descubrí a los Beatles, me enamoré de John y andaba por ahí adoctrinando sobre un pasado remoto en el que anhelaba haber nacido. Anoche, en El Brío Teatro, mientras recorría el submundo performático creado por Celia Argüello Rena y Juan Pablo Gómez en Diógenes al sol, mientras mis ojos peleaban con el hórror vacui de la estética deteniéndose en objetos con los que hubiera estado horas, unos casetes de lecciones de italiano me hicieron recordar que alguna vez tuve esa misma colección entre muchas otras cintas que fueron quedando no sé donde, aunque Lennon y otras pocas todavía me acompañen.

Acá y allá mi mirada se detenía tratando de compensar la saturación: el libro Cuentos para niños no tan niños, engendros de Wilbur Smith, jaulas, figuras, ropas, zapatos, valijas, teclados, monitores... Un mar de objetos convocado para materializar el síndrome de Diógenes, ese trastorno compulsivo que aísla a quienes lo padecen rodeándolos de todo tipo de cosas (¿basura?) que acumulan porque sí. 

¿Y por qué no? En un mundo donde todo nace con obsolescencia programada y donde el desapego y la austeridad son prácticas contracorriente, la posesión de intrascendencias y la creación de tesoros a la altura de nuestra pobreza, resulta una consecuencia coherente. El proyecto Diógenes toma una enfermedad como metáfora y, como suele pasar cuándo los síntomas se observan como símbolo, nos obliga a interrogarnos sobre la distancia entre enfermos y sanos. 

Una mujer nos guía presentándonos a los monstruos de su depresión, mutaciones tragicómicas crecidas en el naufragio de su mente, que se nos aproximan y generan emociones encontradas donde asociamos la forma con casi cualquier cosa y un poco renegamos de la oscuridad del fondo al que se asoman. Ella afirma conocer el mundo desde ahí, desde ese estercolero en el que vive. Y no hay muchas maneras de contradecirla. Nuestro entorno no es mejor, solo más grande. El mundo se ha convertido en un basurero donde nada está a salvo del paso de la humanidad. Esta espectacular especie que somos inventó la basura espacial y creó islas de plástico de las que se alimentan las ballenas. 

"El destino de todos los objetos es convertirse en basura", se lee en el programa de Diógenes... Pensás en tus cosas y te preguntás cuántas de ellas sobreviven junto a vos por costumbre, cuántas necesitás verdaderamente y qué pasaría con ellas si no volvieras a casa, con que facilidad se convertirían en basura fácil de arrojar en cualquier lado. Pensás que, seguramente, un buen pedazo de tu alma ya es de reluciente plástico made in China. 

Diógenes al sol combina distintas disciplinas - el diseño industrial, la escenografía, el teatro y la danza - y logra una de esas performances poéticas y confusas cuyo impacto puede acompañarte durante días, como una buena película apocalíptica que, un poco, deseás que comience a suceder y, otro poco, sabés que ya está acá. El futuro imperfecto siempre ronda. 

Por ahora no hay más funciones, pero el proyecto continúa:


Diógenes al sol

Actriz: Maitina De Marco.
Autores y directores: Celia Argüello Rena y Juan Pablo Gómez.
Asistencia general: Diego Demarchis.
Equipo Diógenes: Andrés Molina, Pablo Castronovo, Ollantay Rojas, Teli Ortiz, Macarena Orueta, Roberta Blazquez Caló, Diego Rosental, Jimena Pérez Salerno, Josefina Gorostiza.
Escenografía: Sofía Echeverría.
Diseño de iluminación: Pigu Gómez.
Gaffer: Carolina Rolandi.
Diseño sonoro: Pablo Chimenti.
Diseño espacial: Norberto Laino.
Asistente escenográfica: Sofía Eliosoff.
Dirección de arte y vestuario: Eugenia Foguel.
Diseño y realización de vestuario: Nacho Fabio.
Dibujos: Ezequiel García.
Fotografía: VOLCÁN / Marianela Laura Depetro, Leticia Bobbioni, Eugenia Foguel.
Producción general: Proyecto Diógenes.
Coproducción: X FIBA, Proyecto Diógenes y Cooperativa El Correcamino.

María Ibarra





Escritora
Autora de Vos no sos el mejor amigo de tu perra. Ed. Outsider. 



¿Cómo te definís profesionalmente?
No podría definirme porque no tengo una profesión. No hice carrera, tampoco sé un oficio. Escribo y dibujo regularmente, pero lo hago de manera autodidacta. En breve voy a hacer un taller de encuadernación, para poder autoeditarme, con mi capacidad y mis recursos como único límite.
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
Pienso que porque me gusta escuchar historias y contarlas. Por el gusto de lo que se dice y de lo que nos sucede. De lo que se entiende de lo que nos sucede, de cómo se dice, de cuando, de hasta dónde.
¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación?
Todas las que conocí: cine, música, literatura, historieta, dibujos animados, teatro.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
Que todo tiene un tiempo, que no me precipite, que me olvide de la ansiedad.
¿Y lo más hermoso?
Sin importar que no sea tan bueno lo que hago, merece el esfuerzo de hacerse, si así lo deseo.
¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias creativas?
El punk, el post punk y Tex Avery.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación?
No poder concretar la idea tal y como la sueño.
¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
No.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
En dos, en los que aún trabajo.
¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse?
No, siguen en proceso.
¿Cuántos te esperan ahora?
Esos dos, más los diez que quiero hacer y ojalá sucedan.
¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
Mi libro de cuentos, que me llevó varios años y que escribí un poco sin saber que sería un libro.
¿Cómo lo recordás? ¿Qué hubo de bueno y de malo?
Fue un trabajo accidentado y a ciegas. Hasta que un editor le puso un poco de orden. Lo mejor que tuve fue la devolución del editor, sin la cual los textos no hubiesen podido nunca tomar la forma de un libro.
¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Soy ama de casa.
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
Con todas las que puedo.
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Desde mi punto de vista, no hay absurdo posible en lo que uno hace por amor al arte. Pero podría ser la vez que participé en una película gore de bajo presupuesto. Hago de la novia de un pitufo y soy desmembrada con una motosierra. Entiendo que esto puede ser absurdo para mucha gente. Para mí es algo más que quise hacer y me saqué las ganas, ad honorem.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Sí. Editar o mostrar un trabajo sin estar plenamente satisfecha con el resultado.
¿Qué estás leyendo?
Battle Royale, de Koushun Takami.
¿Qué autores recomendás siempre?
Antonio Di Benedetto. Haroldo Conti. Phillip Dick. Selva Almada. Irvine Welsh. Kazuo Ishiguro. Mario Levrero. Tao Lin. Adolfo Jasca. Akira Yoshimura. Kenzaburo Oe. Lovecraft. Clive Barker. Martín Rejtman. Facundo Soto. Fernando Callero. Daiana Henderson. Ariel Farace. Nacho Bartolone. Y desde hace muy poco, a Laura Ponce y a Yamila Begne.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
Akira. Repo Man (la de Alex Cox). No country for old men. The Devil and Daniel Johnston. Ichi The Killer. Pulp Ficton. Castigo al traidor. Nightmare on Elm Street. Torist Trap. Soñar, soñar.
¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles?
Todos los artistas que hacen fanzines de historieta, los conozca o no, me gusten o no. Por la capacidad y las ganas de expresarse, sin vergüenza y sin mediadores. Y todos los músicos de la escena post punk de todo el mundo.
¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?
Versatilidad, paciencia, buena onda, que tomen mate, ganas de hacer por hacer.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
No me gusta hablar de lo que hago, pero sí pedir consejos cuando siento que tengo una primera versión de algún trabajo. Necesito recibir devoluciones, de todo tipo, no solo profesionales.
¿Pedís subsidios para tus proyectos? 
Nunca pensé que nadie pudiese dármelos.
¿Por qué?
Nunca pienso que lo que hago pueda interesar comercialmente a ninguna institución ni particular.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
Porque no tengo dinero ni para viajar ni para mudarme, de lo contrario me mudaría cada mes a una ciudad diferente.
¿Hay algún viaje que marcara un antes y un después en tu trabajo?
Una vez, de madrugada, me quedé dormida en el colectivo y llegué hasta cerca de Escobar. No tenía plata para tomar otro colectivo que me dejase en mi casa y volví caminando varios kilómetros. Mientras amanecía y caminaba al borde de la autopista tuve miedo de sufrir un accidente o de que alguien fuese a atacarme o me parase la policía. Escribí muchos cuentos con esa sensación de no saber qué va a pasar, de desamparo pero también de libertad, de estar sola, por mi cuenta. No es tan ambicioso como un viaje al desierto mongol, pero es para lo que me alcanzó.
¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
Cuando avancé lo suficiente como para no abandonarlo.
¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo?
No.
¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes?
Aprender coreano. Leer más poesía. Ir más seguido al teatro. Conocer otros planetas u otras dimensiones. Conocer a mi doble.
¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?
No. Tampoco pienso que tenga una trayectoria.
¿Qué es lo que más te preocupa en tu futuro?
Trato de no pensar nunca más allá de esta semana.
¿Qué hacés cuando no estás trabajando?  
Charlo o chateo con mis amigas.
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?
Andaría por ahí, cartoneando.

Prueba y error



Resulta imposible traducir qué nos hace el teatro porque su efecto - inmediato, colateral o secundario - es tan impredecible como único. Y para muchos, necesario e insustituible. Renovar el entusiasmo, mantener la esperanza y encontrar un poquito de inspiración está carísimo, así que cuando una obra me devuelve el alma al cuerpo - en el fondo se trata de eso - siento que me debo un análisis detenido del prodigio.

Desde la primera vez que vi Prueba y error, supe que me daría mucho sobre lo que escribir. Se trata del nuevo trabajo de la compañía Un Hueco, formada por los actores Patricio Aramburu, Nahuel Cano y Alejandro Hener bajo la dirección y dramaturgia de Juan Pablo Gómez. Se dieron a conocer en 2009 con la obra de la que adoptarían el nombre, Un hueco, joya que vio la luz en el off del off. Transcurría en el vestuario del Club Estrella Maldonado, club deportivo en cuyo recinto encontraron el ámbito idóneo para experimentar con la teatralización de un espacio no convencional explotando al máximo sus recursos interpretativos y conquistando a cada grupo de veinte personas que compartía la intimidad escénica. Tres amigos se reunían para el velorio de un cuarto en el pueblo donde crecieron. El reencuentro en ese contexto desafortunado exploraba con humor inteligente los vínculos de amistad, la (in)comunicación, la llegada precipitada a una madurez para la que no están preparados y lo absurdo de todas las inercias que nos mantienen atrapados en ridículas ocupaciones alimenticias. 

La obra se convirtió en pieza de culto. Recibió premios a la dirección, la dramaturgia, la espacialización y la actuación. No viajó tanto como merecía pero hizo el suficiente ruido como para que una compañía española, La Mirilla, la estrenara en Madrid en 2013. En Buenos Aires realizó funciones durante cuatro años. Uno de los intereses de la compañía pasaba por hacerla durante mucho tiempo para permitir que lo que había sido un largo proceso de creación grupal, creciera con el público hasta alcanzar la profundidad deseada. 

Pasaron más de dos años. Recién el pasado mes de junio presentaron Prueba y error, título que alude a lo que su director considera la clave de su método de trabajo continuado. Juan Pablo Gómez vuelve a asumir los roles de dirección y dramaturgia y al elenco se suman en esta ocasión Anabella Bacigaluppo y Luna Etchegaray. 

Tomando a John Cassavetes como referente y gran influencia, la obra presenta la desvinculación de una pareja, Sergio y Silvia, cuya hija, Camila, va y viene entre ambos sin que nadie le preste la debida atención. Junto a ellos, la hermana de Sergio, un amigo y el novio de la madre. Todos están demasiado obnubilados en sus crisis personales, en su decadencia vital – también artística en el caso de Sergio, que es pintor – y en sus torpes relaciones sentimentales, como para percatarse de que hay una niña que recibe la onda expansiva de sus imposibilidades. Son muchas las temáticas abordadas: la paternidad, la pareja, la amistad, la infidelidad, el sexo como consuelo, la locura, la vocación, el mercadeo del artista como un objeto más, la lucha entre los principios que nos mueven y el dichoso mundo… 

Merece la pena destacar el tratamiento dramático dado a los personajes. No hay posibilidad de juzgarlos negativamente porque hacen todo lo que pueden desde su incapacidad. Su director reconoce que una de sus preocupaciones a la hora de abordar las constantes del cine de Cassavetes, fue encontrar una coherente trasposición en procedimientos teatrales. Reversionar una idea de “drama íntimo” con nuevos recursos que lo acerquen al espectador. Los interrogantes que se plantearon a lo largo del proceso están directamente relacionados con eso. 

“¿Cómo generar un teatro de contacto emocional con los espectadores dadas las condiciones de falsa hiper saturación emotiva actual? ¿Cómo producir ficción dramática que no sea ingenua con respecto a la crisis del relato teatral sin caer en un cinismo post-dramático que muchas veces aleja al espectador no iniciado?”.

El modo en que ese desafío se encara no puede ser más sólido y fructífero. La obra funciona como un artefacto total que ofrece múltiples lecturas. Apela a nuestra mejor disposición para desempeñarnos como público-lector ideal de los recursos conceptuales, técnicos y expresivos sobre los que se cimenta. El público debe atravesar la escenografía para llegar a platea. Gran parte del espacio escénico está acotado por un piso de madera sobre el que se disponen elementos de utilería, banquitos y una puerta con ruedas que los actores irán desplazando y convirtiendo en entrada y salida de los diferentes espacios narrativos. Cuando entramos, ese espacio ya está habitado y también su entorno inmediato, una suerte de limbo donde encontramos al músico Santiago Torricelli al piano. Se entiende enseguida que hay mucho para ver y, lo que es más importante, debemos decidir qué nos interesa, qué observar en detalle, a quién seguir, con qué distraernos… La dirección trabaja sobre el movimiento y la mutación. Todo y todos están en constante transición, caminando, avanzando en el relato, entrando en un lugar para salir en otro, física, psíquica y emocionalmente. 

El ingenio teatral creado es un buen ejemplo de que el escenario siempre está dispuesto a dejarse conquistar. Prueba y error nos incluye, nos considera una parte más. Nos iluminan, nos desafían con la mirada, nos interrogan para recordarnos que somos parte de esa ficción, la estamos re-contruyendo juntos, y para que funcione, debemos activarla y decidir. Los riesgos tomados desde la dirección en este sentido son muchos. Así, por ejemplo, el doble protagónico que interpreta Anabella Bacigalupo, quien desempeña brillantemente los roles de tía y madre de Camila. La actriz pasa de un personaje a otro a la vista de todos, le alcanza con un par de modificaciones formales.

La música en vivo y la presencia de dos asistentes de escena, funcionan como índices que no permiten que obviemos la teatralidad. Los asistentes trasladan objetos, iluminan a los actores – el uso de la iluminación es otro recurso fundamental que sobre el que alguien debería escribir  -, emiten sonidos e incluso algún texto con el que caricaturizan un posible rol de extra cinematográfico. Acompañan a los actores físicamente en las transiciones de estado convirtiéndose para el público en una presencia poética – el lado oscuro de la psique, los miedos, la enfermedad – pero también en un “facilitador” técnico que ejerce presión, control y una medida violencia sobre los actores para lograr un determinado estado. Gómez se refiere a ellos como “didascalias en acción” y, ciertamente, no puede ser más acertado el modo de describir su presencia y función. 

Las interpretaciones gozan de la calidad que le conocíamos al grupo. La presencia de una niña no disminuye en ningún momento la intensidad de su verdad orgánica. Se la incorpora como un adulto – ahí reside parte de la violencia que se ejerce sobre su personaje – y su actuación corre pareja a la del elenco. Todo un acierto que nos recuerda que, por suerte, hay otros niños posibles lejos del estereotipo de los anuncios. 

Prueba y error posee una poética interdisciplinar que ofrece multiplicidad de análisis. El trabajo de esta compañía se nos ofrece como un ideal de investigación escénica. Un compromiso donde impera la necesidad de generar nuevos lenguajes que satisfagan, en primer lugar, sus necesidades creativas e interpretativas logrando, por extensión, aportar una mirada profunda sobre el hecho teatral. Si su primera obra, Un hueco, funcionaba como implosión dramática, Prueba y error explosiona logrando que nuestra percepción del escenario se reactive y despierte. 

La próxima vez que la veamos encontraremos otros aspectos sobre los que continuar escribiendo. Por ahora, nuestra incursión termina invitándoles a que tomen buena nota de las últimas funciones del año. 


Prueba y error

Actúan: Patricio Aramburu, Anabella Bacigalupo, Nahuel Cano, Luna Etchegaray, Alejandro Hener.
Participación: Verónica Pellaccini.
Vestuario: Paola Delgado.
Diseño de espacio: Cartonero Gondry.
Diseño de luces: Matías Sendón.
Realización escenográfica: Leonardo Ruzzante.
Realización De Herrería: Ernesto Sotera.
Música original: Santiago Torricelli.
Casting y diseño gráfico: María Laura Berch.
Asistencia general: Manon Lila Cotte, Gastón Exequiel Sánchez.
Asistencia de dirección: Anabella Bacigalupo, Jennifer Permuy
Producción: Cartonero Gondry, Paloma Lipovetzky.
Colaboración artística: Lucía Di Salvo.
Colaboración coreográfica: Celia Argüello Rena.
Coaching actoral: Marcela Padvalskis.
Dramaturgia y dirección: Juan Pablo Gómez.


Timbre 4
México 3554

Últimas funciones:

Octubre: Jueves 8 y 29, sábado 31.
Noviembre: Jueves 5, 12, 19 y sábado 7. 

Si me encuentro con dios



o dios me encuentra


voy a besarlo y luego 

voy a romper su cara 
como golpe de viento 
mientras lloro
le pido explicaciones
por tanto desmedido
disparate 
y tanta cosa trunca 
retorcida
quién te pensás qué sos 
qué estás haciendo
te fuiste y nunca más 
y nadie nada sabe
no me mirés así 
hablá por vos.

Si me encuentro con dios


o dios me encuentra



voy armar la de él

gran pelotera
escena de familia
de novia abandonada
en medio de un dramón
venezolano
cantaré las cuarenta
y los diez mandamientos 
para que me traduzca
por ver si algo se apiada
de nosotros. 



m.trigo