Carolina González





Periodista

Escribe para Revista Vanidades y Revista Club del Diario La Nación
Asesora editorial y de contenidos del Festival BAIFFF.







¿Cómo te definís profesionalmente?
Periodista. Ahí comienza mi profesión, pero no es donde termina.
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
Por curiosidad, ganas de contar y conocer otras vidas.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
El poder que tiene la palabra usada para fines estimulantes. También aprendí a ser perseverante, que no es lo mismo que ser insistente.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación?
Es doloroso cuando lo que te pagan no es el fiel reflejo del esfuerzo y la dedicación que ponés en tu trabajo.
¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
No creo haber usado nunca la palabra sacrificio en mi vocabulario.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
Empecé trabajando para tres revistas. Una cerró, la otra quebró y la última sigue en pié.
¿Cuántos te esperan ahora?
Sigo escribiendo para Revista Vanidades, donde hago reportajes y notas a personajes vinculados al teatro, la televisión y el cine. También empecé a escribir en un nuevo suplemento que lanza el diario La Nación, vinculado a las tendencias en espectáculos, viajes y gastronomía. Y, por último, soy parte del equipo creativo y comunicacional del BAIFFF, el primero Festival Internacional de Fashion Films de Buenos Aires que se realizará el 13 y 14 de abril en el Museo de Bellas Artes.
¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
Mi trabajo en la productora Rosstoc fue bastante intenso. Viajaba varias veces al año, entrevistaba a mucha gente con historias muy fuertes y, además de tiempo, gastaba suficiente energía como para quedar exhausta al final de la jornada. 
¿Cómo lo recordás? ¿Qué hubo de bueno y de malo?
Lo recuerdo con mucho cariño y aprendí un montón. Además de tener compañeros bárbaros. Los programas sociales que hicimos para Canal Encuentro me acercaron a otros universos que no son los que frecuento día a día. Eso me nutrió y ayudó a poder armarme como profesional. La práctica cotidiana de hablar con personas de otros entornos y edades, desarrolló mi empatía. También aprendí a escuchar y entendí que se puede hablar de temas profundos si uno conecta de verdad con lo que le está pasando al que habla. Igual, no todo fue tan intenso, hubo programas que me acercaron a conocer personajes públicos muy interesantes. Fue en el contexto de una serie que hicimos para NATGEO sobre el Bicentenario nacional. La parte mala de todo esto fue que la productora quebró muy rápido y dejó muchas deudas. Entre ellas, tres sueldos míos.
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
El cine, el teatro y la pintura.
¿Qué estás leyendo?
Free Play, La improvisación en la vida y en el arte. El autor es Stephen Nachmanovich. También estoy leyendo bastantes cuentos. El último fue Wakefield de Nathaniel Hawthorne.
¿Qué autores recomendás siempre?
Julio Cortázar y Bioy Casares. Tan hermosos como singulares. Además de tener un manejo del lenguaje exquisito, fueron grandes creadores de universos.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
No tengo ese fetiche de volver a ver las películas que me encantaron. Sólo si aparecen de modo espontáneo la vuelvo a mirar. Me volví a enganchar varias veces con Eternal Sunshine of the Spotless Mind y The Bridges of Madison County.
¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles?
Me encantan los artistas surrealistas del siglo XX. Sobre todo los pintores. Esa ruptura que hicieron en el modo de mirar y expresar las cosas. La imaginación infinita que tenían para interpretar lo real y para crear lo inexistente.
¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?
Buen trato, buena síntesis, confianza y responsabilidad. Si tienen buen humor, generosidad y encima saben escuchar, son casi perfectos.
¿A qué profesionales de tu ámbito seguís de cerca?
A ninguno.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
Hablo mucho con mi marido Fernado Sala. Es actor y Comunicador Social, entonces nuestras actividades se mezclan. A veces nos enriquecemos y otras basta con comprendernos. También nos estimulamos mutuamente para crecer y superarnos en lo que hacemos. Cuando necesito una opinión femenina hablo con mis amigas. Algunas son buenas para aconsejar en el plano vincular, otras en el enfoque económico y con otras solo me río de las cosas propias de mi laburo.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
Nací acá y, aunque he fantaseado con vivir en otro lado, Buenos Aires me atrapa. Es muy loco, pero a medida que voy conociendo más lugares el mundo, siento mayor adoración por mi país. Hay días que voy caminando por una calle y, aunque pasé mil veces por ahí, la vuelvo a descubrir y me encanta. Tiene un atractivo oculto, y también inexplicable, que hace que me vuelva enamorar de mi ciudad.
¿Hay algún viaje que marcara un antes y un después en tu trabajo?
Conocer a las comunidades Wichis y Pilagá de La Rioja y Catamarca. Fue impactante ver como ellos viven en un ritmo detenido en otro tiempo distinto al mío, pero que a pesar de esa distancia, nos pudimos acercar desde otro plano. Recuerdo haberle hecho una nota a un anciano wichi que me hablaba en su lengua y yo en español. Parece ridículo pero logramos un diálogo.
¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo?
Sí. Evitar creer que tengo un sistema personal de trabajo.
¿Qué hacés cuando no estás trabajando? 
Juego, crío, alimento y amo a mi hija. Además voy a yoga, hago un taller de escritura con Natalia Moret, salgo con mis amigas y comparto muchas cosas con mi marido. Hablo a diario con mi mamá y mi papá, además de verlos una o dos veces por semana. Cocino, miro series y películas, voy al teatro, escucho mucha música y leo menos de lo que debería.
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?

Algo vinculado a lo creativo o a lo artístico. No podría soportar un trabajo rígido, rutinario y predecible. Para mi la profesión es anecdótica porque la vida es movimiento. El verdadero motor de todo es por qué hacemos lo que hacemos.