órdenes by Leticia Martin

leé todo pero leé
con ahínco y dedicación
los tramos densos que provocan
tu deseo atrás de la escritura.
leé entrelíneas
la ausencia
el uso decoroso del lenguaje
la guarrada elegida adrede
puesta en un punto decidido.

leé tu propia aspiración
en prosas que no pedís prestadas
afaná
ques devolver de alguna forma
dar entidad al ajeno.

copiá los vicios
abusá de los formatos
tensá las frases desfasadas
encadená - como en la calle - las estrofas
que un trago lleve a un beso, a una arrastrada.

adosale a un adjetivo un par de acciones
del verbo que estaba al principio
cuando todo era nada y existía
la palabra que fue nombrando al mundo.

leé tu inconsciente en la ansiedad
que te despierta el inconsciente de ese otro
pensá por qué
no dejes de pensar
mientras escribas podés seguir pensando

escribir es confirmar
que lo que estás escribiendo
debía ser escrito.

Leticia Martín

Pueden leerla seguido en: www.cadadiafaltamenos.blogspot.com 

ESCENA 2014



Ya llega. 


5 años, 5 días


Un intento de revolución que se precie de tal deberá tener tanto en su forma como en su acción una estrella de 5 puntas.
Negra y roja en lo posible, nunca dorada ni plateada.

La estrella de 5 puntas de Escena está formada, no por significados esotéricos ni políticos de sentidos falaces, sino por estos 5 años de trabajo, de sudor, de pensamiento y de acción escénica.

O estos 5 rayos son nuestros 5 festivales: el rayo/fulgor inicial de ese mítico festival del 2010 organizado en 15 días, promocionado en fotocopias A3 con una medialuna de manteca como logo; el de 2011 inaugurando el Mapa Escena con el tema “el pasado”; el de 2012 con la incorporación de nuevos espacios, más de 120 obras, el Mapa Escena esta vez centrado en "el futuro"; finalmente, el de 2013 presentando "Mapa Móvil”, Sección de Intercambio Escénico, invitados internacionales, web y programa librito fucsia.

El 2014 nos encuentra conformando el último rayo/vértice; incorporando más espacios, asumiendo lo aprendido, lo perdido, lo llorado, lo discutido, como afirmación de que hay un modo de hacer arte escénico, en todos sus formatos, que no necesita de grandes estructuras para manifestarse sino tan sólo de su potencia.
Ni estrellatos ni estrellarse.
Trabajar se.
Todo intento de revolución necesita de un constante repensarse, cuestionarse.
Escena cumple cinco años y lo festeja en cinco días con una veintena de obras, para que se pueda recorrer, ver, mirar, estar, hablar, compartir nuestra producción.
Esta misma producción que nos diferencia, y que en la diversidad nos consolida.
Esta diversidad, nuestro intento de revolución.
Si no lo logramos, tiempo habrá de volver a intentarlo.


MÁS INFO: 

El discreto encanto de la burguesía (actoral)

La cosa es así.
Lunes, 21h.
Nos juntamos en Elefante Club de Teatro. 
Catorce.
Todos con una botella de litro y medio de agua Villavicencio.
De los catorce algunos nos conocemos mucho, otros sólo de vista y otros no nos vimos nunca pero sólo uno no tiene nada que ver con el ámbito teatral.
De los catorce sólo una supera los cincuenta.

Nos reciben dos hombres. Los mismos que  dan sala, apagan la luz y pasan al escenario. Son Lisandro Rodríguez y Martín Seijo. Los ¿actores?, ¿guías? Artífices de esta experiencia que tiene todo del teatro sin ser una obra. (?) ¿"Teatro de arte"? Nos enteramos de que esa terminología está en circulación. Nunca te vas a acostar, sin aprender una cosa más, ¿viste? No sabemos qué define pero el concepto está ahí, junto, al costado, enfrente o al pie de "teatro independiente". Nos preguntamos qué cosa es exactamente el teatro independiente sin ponernos mucho de acuerdo.

Así comienza a hilvanarse un encuentro donde los temas son afines, las inquietudes compartidas, las certezas brillan por su ausencia y la incertidumbre alimenta el deseo personal de cuestionarse por qué hacemos esto. ¿Qué hacemos ahí un lunes a la noche farfullando inconclusiones de las que nos sabemos parte, testigos y cómplices? Es raro. Sugerente. Divertido. Nos sentimos menos solos escuchando a los otros. Nos enteramos de diferentes motivos para dedicarse a esto. Entre todas las cosas posibles, EL ARTE. La ¿profesión? en constante crisis. Por suerte. ¿Qué haría el arte sin crisis?

"Líbranos, de los tiempos tranquilos", dicen los chinos. ¿Qué arte puede nacer del estado del bienestar? Una austriaca y una española en platea testimonian que el arte subsidiado nace muerto. La austriaca afirma ver "un bosque" en Buenos Aires. Reímos. Pero sabemos lo que ella observa. ¿Qué hay en Buenos Aires, además de mucha tradición, para que tanta gente saque tiempo y plata de donde no hay para dedicarse al teatro? Y/o a muchas otras artes, pero ahí, el lunes, estuvimos dieciséis personas hablando de teatro. Durante ¿una hora? No sabría decir. Pudo ser más. Pudimos haber seguido horas. Teníamos agua para sobrevivir varios días. Algo sucedió. Compartimos dudas. Nos llamaron "lauchas". Pensamos.

"El teatro es pese a todos nosotros", dice Ure.

La parodia está de moda y las salas alternativas fomentan el amateurismo es una experiencia a la que debieran acercarse todos los que nos dedicamos al teatro. Al arte. Porque sí.

Sepan que no hay dos lunes iguales. La obra es efímera. Saldrán documentados y con ganas de seguir buscando. Algo. Lo que sea.

"¿Recuerdan cómo eran cuando no hacían esto?"


La parodia está de moda y las salas alternativas fomentan el amateurismo

De y con: Lisandro Rodríguez y Martín Seijo. 

Elefante Club de Teatro
Guardia Vieja 4257
Lunes, 21h. 

"El amor es lo que sobra".

¿Qué es el amor? ¿Y la fe? ¿Son compatibles el uno sin el otro? ¿No están profundamente involucrados? ¿Si te amo, tengo fe en vos y también viceversa? ¿En qué elegimos creer? ¿Cuál es la diferencia entre la esperanza que nos queda y el consuelo que nos permitimos? ¿Puedo cometer un acto abominable y no lograr absolutamente nada con ello? Estas y otras muchas, muchísimas preguntas son las que barajan los personajes de Un gesto común, texto recién estrenado de Santiago Loza dirigido por Maruja Bustamente y sólida y delirantemente interpretado por Diego Martín Benedetto, Iride Mockert y José Escobar. 

Tres personajes abismados, unidos en una encrucijada de espanto que nunca adquiere para ellos esa dimensión porque, después de todo, son sus vidas. Un asesinato los reúne en una estrambótica convivencia que pronto se intuye eterna. Ninguno tiene nada mejor que hacer o un lugar más seguro en el que estar que ese sótano frío donde todas las verdades parecen posibles aunque lejanas. Los recuerdos son excusas y el deseo es un animal domesticado que olvidó cómo lastimar. O quizá les duelen demasiadas cosas como para que el deseo importe.

Un gesto común tiene mucho de parábola. Parábola poética y misteriosa de libre interpretación y uso para los espectadores. La insensatez se nos ofrece como punto de vista razonado y absurdo. Una demencia que se torna contagiosa a medida que la convivencia se prolonga. Y su desmedida eficacia logra la conversión del personaje más escéptico. El objeto amado ve la luz y, como en toda buena conversión, asume la responsabilidad que implica: "tenemos la obligación de ser felices". Un mandamiento envidiable para los tiempos que corren.

La dirección excava el texto dando lugar a los recuerdos, al relato y a una forma de pensamiento que trata de verbalizar el caos interno de toda existencia solitaria. Es todo un desafío que logra superar dejando que el humor y la ironía se instalen en el espectador pero nunca en los personajes. Ellos, cada uno a su modo, creen. Y pocas cosas sostienen mejor una obra en escena que la fe de sus criaturas.


Un gesto común

Texto: Santiago Loza.
Actúan: Diego Martin Benedetto, Jose Escobar, Iride Mockert.
Diseño de luces: Mariano Arrigoni.
Fotografía: Nora Lezano.
Asistencia de dirección: Juan Francisco Dasso.
Producción: Nicolás Capeluto.
Dirección:Maruja Bustamante.

Abasto Social Club
Yatay 666
Lunes 21h. 

Breve ejercicio para sobrevivir



Por esas cosas afortunadas de la vida en el arte tuve la suerte de ver la versión española de esta exquisitez dirigida por Lautaro Perotti en su versión madrileña. Santi Marín compartía escena con Bárbara Lennie. La magia de aquella función quedó plasmada acá: http://mecagoenlabohemia.blogspot.com.ar/2014/01/breve-ejercicio-para-sobrevivir.html

Ahora, por fin, el off porteño recibe esta joya con la que muchos se identificarán. Quizá un poco más el inmenso gremio teatral, sí, porque la vocación actoral y sus encrucijadas están muy presentes en su argumento pero, en realidad, donde habla de teatro bien sabemos que cada espectador ubicará su propio desafío, su sueño, su deseo. El otro gran ingrediente de la obra es el amor. Su imposibilidad. La incomunicación absoluta con alguien que lo es todo para uno.

En Buenos Aires la actriz que acompaña a Marín es Marina Bellati, admirada muchas meses por su comicidad, sorprende acá con la composición de una mujer tan enérgica como impotente. Aguda y limitada en su vano esfuerzo por defenderse de todo. Del afuera, el pasado, el presente y el amor. Santi Marín recupera y profundiza todos los hallazgos de su personaje. Uno de los aspectos más interesantes de la dirección se encuentra en la importancia dada a la escucha, a lo que el otro hace en mí con sus palabras.

Breve ejercicio para sobrevivir tiene la virtud de aproximarse a muchas preguntas existenciales desde la inmediatez cotidiana, desde la bronca y la humanidad de sus personajes. El texto nos obliga a interrogarnos sobre nuestros miedos y pasiones. Qué hacemos con ellos. Cómo los amaestramos. En qué nos convierten.

Perotti se nutrió del universo de T. Williams para la creación de sus criaturas, pero hay un gran sustrato poético personal que habita el texto con imágenes inolvidables.

La puesta en escena goza de una intimidad reveladora que nos introduce de lleno en un departamento que se intuye oscuro, enorme y casi abandonado. Un espacio que reproduce el alma de quien lo habita. No es menor destacar que esta obra inaugura nueva sala en Timbre 4, ese teatro bendecido por las musas donde todos los rincones son potenciales escenarios. Esta sala, además, cuenta con el encanto de recordarnos la leyenda "timbrera". Ahí vivía Tolcachir hace unos años, antes de que el lugar fuera aula para terminar ahora, abracadabra, convertida en sala. Rizando el rizo el departamento de ella, esa casa en la que entramos en Breve ejercicio... está junto a un teatro, así que realidad y ficción se dan la mano en una suerte de continuidad histórica y transatlántica que nos hace augurar que el destino de esta obra ya tiene mucho escrito por delante.


Breve ejercicio para sobrevivir

Actúan: Marina Bellati, Santi Marín
Fotografía: Santiago Albanell
Prensa: Marisol Cambre
Producción: TEATROTIMBRe4
Dirección: Lautaro Perotti

Timbre 4. 
Boedo 640
Sábados 20h. y domingo 21.15

Electrónica, de Enzo Maqueira

Cerrás la novela pensando que vos, como la profesora, sos un poco boluda. Posteaste de madrugada justo el anticipo de la frase con la que al final resume y redime todo el tema del amor. Sabés que no es casual pero un poco te mata la obviedad de haber elegido compartir eso de que "el enamoramiento era surfear las olas de un mar que siempre reventaba contra un paredón". Sonreís cuando encontrás la cruz de esa frase en la penúltima página. Igual no la transcribís acá. Mejor lo leen para que experimenten eso de que "a una le hace click la cabeza en cualquier momento".

Pensás que lo que más te interesó de Electrónica es esa segunda voz de la escritura. Una segunda voz que hace que el narrador sea alguien inmediato. Un poco más omnisciente que el habitual. Alguien que está con la profesora todo el tiempo, como Rabec, pero sin que ella se de cuenta. Maqueira acierta mucho y bien al rescatar a Natasha justo ahí porque entendés que nunca se fue. Sí, la vida es lo que sucede mientras vos...

 La vida está plagada de esos lugares comunes que la profesora detesta pero que son los que construyen el imaginario colectivo y definen el noventa por ciento de los guiones cinematográficos. Y también los que salvan cada tanto. El lugar común es como el cuento con remate tradicional. Sabés cómo termina y eso tranquiliza al niño que seguimos siendo.

Pensás que es un muy pedante escribir así sobre el libro que recién cerraste sólo por el placer de seguir escuchando la segunda voz en tu cabeza. Recordás aquel ejercicio de escritura creativa donde había que imitar al escritor amado. Seguís entonces. Estabas tratando de explicar esto: la continuidad de esa voz que articula un perfecto punto de vista íntimo pero ajeno. Una distancia prudente que relacionás con los efectos secundarios de tanta droga junta en pocas páginas. (El fondo en la forma, por supuesto). También tiene que ver con el retortijón emocional que vive ella. La ella que no es la profesora. La elección de ese desdoble también nutre. Y ahí ya no es sólo técnica. Te sorprende que Maqueira sea Enzo. Un tipo. Porque esos desdobles de personalidad, una mina que dentro de sí lleva otras muchas, una concretísima,  material,  visible, "la profesora", la que termina siendo lo que el resto ve pero no lo que ella cree ser... Bueno, esos enrosques con los que una está familiarizada hasta la extenuación, los concebís femeninos. Pero no caerás en la pelotudez de la literatura con género. No. Lo que dirás es que esa agudeza refuerza la construcción de un personaje lleno de contradicciones. Igual, pobre, ciento veintitrés páginas de viacrucis atraviesa.

Pensás que, en efecto, como leíste por ahí antes de comprar el libro, hay mucho de retrato generacional. Y va más allá de la argentinidad al palo del ecosistema elegido para esas criaturas. Creciste en España y, sin embargo, en tu pulso laten muchos "ítems electrónicos". Amás la ironía. Mucho y siempre. Y cuando encontrás pensamientos propios redactados por otro, agradecés no tener que seguir pensando en ellos para darles forma. Algunos suenan así de parecidos:

"El mundo se había convertido en un lugar distinto al que la profesora conocía. Eso también era tener treinta años: que tu mundo hubiera pasado de moda". *

"Lo peor de todo, dijiste, era que por más bueno que estuviera Internet el futuro había resultado ser una cagada. (...) Porque sí, dijiste, porque creíamos que iban a existir robots y naves voladoras, por lo menos que iban a inventar la patineta que flota de Volver al futuro, nunca pensamos que el siglo XXI iba a ser eestar con un pie en la realidad y con otro pie adentro de una pantalla".

"Si la rubia estaba comprando libros no era tan estúpida como pensabas".

"Cada chongo que pasa por tu cama es una aplicación nueva para el celular que tenés en tu cabeza".

Pero no te hagas la boluda por más rubia que finjas ser ahora. No comentás Electrónica por empatía argumental. Es sobre el horizonte de expectativas confirmado que querés hablar sin saber por dónde empezar. Por eso no empezás. El horizonte es esa línea que no se cansa nunca de fugarse. Te imaginás releyendo la novela en verano y te preguntás qué pasará entonces con esas marcas que ahora hiciste. Si habrá otras.

Pensás en sus  fluidos poéticos.

"La profesora y Natasha con las manos abajo de un chorro de crema, sintiendo los dedos como peces haciéndose el amor en un frasco de miel".

"Miraste el techo: tenía las mismas manchas de humedad de siempre, la que parecía un elefante sin trompa, la de una mujer de tetas grandes y el animal con cuernos que de chica creías que te iba a comer las manos mientras estabas durmiendo".

Eso.

Considerás que si son eso no les dan ganas de leer Electrónica, no merece la pena insistir.

Macarena Trigo.


*: "nosotros nos quedamos ahí, en los Simpsons", dice el ninja. Carcajada en esa línea. En el momento en el que esa serie se convirtió en referente académico el mundo ya era otro. Cuán cierto es que "los noventa habían cambiado todo y enseguida todo había cambiado otra vez". Demasiadas series, películas y libros cumplen aniversario redondo últimamente. Y Electrónica se hace eco de esa caducidad de la ficción como nuevo calendario. Recordás Friends. Terminaron casándolos y convirtiéndolos en padres para que pasara algo, para que pudieran salir de esa eterna carcajada bien peinada que los mantenía imperturbables. La serie cumplió veinte años y todos nos sabemos más viejos ahora. 

Electrónica
Enzo Maqueira. 
ed. Interzona, Bs. As, 2014. 

"La poesía no tiene corralito"

Sigo los textos de Loza. Sigo la aparición de sus palabras y, casi siempre, nos llegan como obras de teatro. Hay ratos en los que varios estrenos llevan su nombre y nos preguntamos cómo hace, qué come, ¿duerme? Después recordamos que Loza es dramaturgo y que, por el momento, elige no dirigir sus textos. Eso debe ayudar a gestionar su prolífica creatividad. Sea como fuere, me consta que nos pasa a muchos, Loza es un autor al que "seguimos" y eso, siendo dramaturgo, (último escalafón de la jerarquía literaria) habla muy bien no sólo de su impronta, sino de sus búsquedas y de una sólida poética que expansión que, por cierto y por fin, pronto tendremos en forma de libro.

Almas ardientes es la primera obra de Santiago Loza que vemos en un teatro oficial y está dirigida por Tantanian. En el programa el autor afirma que la obra fue fruto del encuentro con el director y del deseo de laburar con un grupo de actrices sobresalientes. Con mucha menos dinamita se vuelan puentes, así que no es de extrañar que el resultado de tanta iniciativa resulte no sólo interesante, sino también un divertimento potente, una obra que nos deja observar el mecanismo de construcción de su puesta para recordarnos que la gracia de las recetas no está tanto en los ingredientes como en el modo en que se cocinan. Y Almas ardientes tiene mucho de cocina. Gran cocina teatral. Grandes lecciones de interpretación por parte de un elenco impecable y, por momentos, implacable en la construcción de certezas que sostienen a sus personajes. La cocina como tal se muestra como ámbito de soledad, lugar redentor donde roles de madres e hijas se perpetúan mientras el tiempo moderniza, con suerte, los electrodomésticos que las rodean. Y otra cocina pispeada, la literaria. Un taller de escritura donde las mujeres comparten todo lo que las separa. Un espacio donde buscan expresar(se), sin saber qué decir. Claro que es difícil encontrar las palabras adecuadas cuando el mundo, una vez más, se viene  abajo.

Almas ardientes está contextualizada en diciembre de 2001. El eco de esa temporada de historia apocalíptica aún resuena en nosotros. No sólo Buenos Aires era un hervidero, el mundo entero parecía signado por un precipitación hacia el abismo. Sin embargo, la historia se repite y bien lo sabe, todo cambia para que todo permanezca.

La violencia de esos días les llega a las protagonistas como un eco lejano capaz de enrarecer su nada cotidiana y acentuar sus vagos temores. Vagos pero constantes. En todas palpita desbocado el miedo a lo desconocido, ese gran runrún cósmico que acompaña la existencia.

Almas ardientes hace reír a carcajadas gracias a la frescura con la que sus actrices manejan una impunidad temeraria que las convierte en seres tan odiosos como fascinantes, pero ojo, no deja que las contemplemos cómodamente. La identificación aparece y nos sonroja. El malestar de ellas puede ser nuestro. Su soledad, la inercia de los días, el absoluto desconocimiento del mundo... Elijan su porción de torta. Hay para todos.

Tantanian elaboró una puesta en escena elegante e irónica. Literalmente enmarca a estas mujeres en sus ensoñaciones subrayando lo inerte de sus vidas y su museístico transcurrir. El peso de la historia también se evoca en ese marco dorado donde las escenas se abren hacia otras realidades posibles. Sin duda, la carcajada cósmica sostenida la aporta la única presencia masculina. Esa figura que atraviesa el escenario una y otra vez sin hacerse cargo del caos que su belleza provoca. Un hombre bello pero antiséptico, esterilizado. Tanto que termina siendo un ángel. Almas ardientes abre de par en par una entrada del infierno femenino. Una de sus muchas salas de tortura. Y lo masculino, se quiera o no, forma parte consciente o inconsciente de lo inalcanzable, lo deseado y olvidado. Acá, para variar, el hombre es el objeto. Se agradece la ironía de la dirección para aportar un elemento tan crítico como apuesta estética.

Aparecen varias frases en el programa de mano que ubican el ánimo donde corresponde. Compartimos una de Virginia Woolf en La señora Dalloway porque resume muy bien todo lo que acá no vamos a contarles.

"Lo que ocurría siempre, ocurrió entonces; lo que ocurría todos los atardeceres de sus vidas".


Almas ardientes. 
Autoría:Santiago Loza.
Actúan: Eugenia Alonso, Maricel Alvarez, Mirta Busnelli, Analía Couceyro, Gaby Ferrero, Stella Galazzi, Santiago Gamardo, Paula Kohan, María Onetto, Maria Ines Sancerni.
Músicos: Emiliano Álvarez, Rafael Delgado, Diego Penelas.
Vestuario y escenografía: Oria Puppo.
Iluminación: Jorge Pastorino.
Diseño sonoro: Diego Penelas.
Video: Vasko Films, Eduardo Crespo.
Música original y dirección musical: Diego Penelas.
Dirección: Alejandro Tantanian.

Teatro San Martín
Av. Corrientes 1530
Funciones de miércoles a domingo.

Próximo estreno: 27 de agosto




Unipersonal de Macarena Trigo

Asistencia de dirección: Verónica Cognioul Haniq
Diseño espacial: Sol Soto
Diseño audiovisual: Sol Soto y Dalmiro Zantleifer
Producción: Paloma Lipovetzky
Dirección de arte: Francisca Ure
Gráfica: www.dalmiro.com

Reservas en Alternartiva Teatral o en  poresolascuritas@gmail.com 

www.poresolascuritas.blogspot.com 

Coleman, la familia

Hoy La omisión de la familia Coleman cumplió nueve años. Diez temporadas. 

Varias vidas en ese tiempo para los que la hacemos. ¿Cómo imaginar que compartiríamos tanto?

Cuando comencé a trabajar como asistente de dirección en mayo de 2005 no tenía la menor idea de en qué consistía tal cosa. Sólo sabía que deseaba estar ahí. Quería estar presente en cada extenuante ensayo a deshora que nos convocaba en Boedo. Quería tomar notas como la recién licenciada en Teoría de la Literatura que era. Deseaba, más que cualquier otra cosa, aprender, entender algo del proceso creativo teatral que, por alguna misteriosa razón, se da en Buenos Aires con una cotidianidad tan frecuente como pasmosa.

Claudio es un animal de teatro. Es teatro. Quien lo conoce no deja de constatarlo. Nunca se sabe cuál será la clase o el ensayo donde aparecerá la luz, pero lo hará. Y todos queremos estar ahí cuando suceda. Creo que esa certeza es la que guió mi deseo de ser parte de esta familia. Tantos años después entenderán que, en efecto, la familia Coleman tiene mucho de nosotros. Es difícil escribir sobre una obra en la que se trabaja. Más aún cuando esa obra sigue tan viva. Dispuesta a salir a escena siempre. La omisión de la familia Coleman viajó mucho. La última función de nuestra primera gira española fue en lo que entonces aún era la Sala Ambigú de Valladolid. Espacio de la municipalidad que formaba parte nada menos que de mi antiguo instituto de secundaria. En esa misma sala, unos años antes, había visto Glorias porteñas y Mujeres soñaron caballos. Fue un gran regalo esa función. Uno de los muchos que llegaron. Siguen llegando.

Nos sentimos muy agradecidos por la generosidad con la que el público nos recibe. Acá y en todas partes. Una y otra vez se asienta la certeza de que, sí, todos tenemos algo de Coleman. Lo mejor y lo peor de sus personajes hace eco en la platea. Muchos ríen, otros lloran y cada tanto alguno guarda un extraño silencio que sólo a él le incumbe.

Diez temporadas. Unas dos mil funciones. Y aún recordamos la primera en Boedo 640. El pánico que sentí por ser la responsable de luces, por ejemplo. Aquellas primeras luces. Unos cuantos cuarzos y varias latas colgadas en la parrilla. Una vez una de las latas cayó sobre el escenario en plena función. Lautaro Perotti, inolvidable Marito, la observó impertérrito durante unos segundos y la incorporó a su escena con Tamara Kiper. Los dos contemplaron la lata como si aquello fuera apenas otra cosa más que se rompía dentro de esa casa. Marito abandonó la escena con la lata bajo el brazo y yo pensé que en algún lugar Beckett sonreía.

Antes de que las habilitaciones impusieran el límite obligatorio de cincuenta espectadores, la sala de Boedo supo albergar a muchas más. Si entrabas en último momento te ubicábamos en un banquito de madera rosa pegado a la vieja máquina de coser de Gabi. La primera fila retiraba sus pies para que los actores pasaran. Aquel espacio dotó a la obra de una veracidad tan contundente que cuando aparecieron los primeros viajes tuvimos serias dudas sobre su funcionamiento en otro lugar. Nada más lejos de lo que sucedió.


La omisión... se ha presentado en todo tipo de salas. ¡La hemos subtitulado en seis o siete idiomas! La puesta se adaptó y las interpretaciones se impusieron. Crecieron. Todavía lo hacen. El extraño privilegio de haber presenciado una década de funciones es que te conviertes en una especie de radar para los cambios sutiles. Una palabra que se cambia, otro lugar donde pararse, un objeto de utilería nuevo... Todo, absolutamente todo, modifica la melodía de la obra.


En su momento analicé el texto con inquietudes teóricas. Fue mi regalo para el elenco. Ese análisis terminó publicado junto a la obra. Cada tanto alguien lo lee y me escribe al respecto. No deja de sorprenderme como la dedicación o, lisa y llanamente, el amor por lo que se hace, nunca deja de dar frutos. Hace dos años reemplacé a Tamara Kiper durante una temporada. Y ya que hablamos de la vida de la obra, debo contar que ahora viajamos con una hermosa niña llamada Francisca. La llegada de Fran fue la razón de que el personaje de Gabriela Coleman fuera interpretado por esta española que puso el alma en deshacerse de su acento. Dicen que lo conseguí. Me gusta creerlo. Actuar en la obra que asistes siempre es extraño. A mí me ayudó a reconciliarme con la vocación. Llevaba años sin actuar y fue un desafío estar a la altura de lo que La omisión ... es.

Para nosotros es una parte importante de nuestras vidas. La obra es, sobre todo, el increíble grupo que hay tras, con y en ella. Hemos aprendido y encontrado cosas que ni siquiera sabíamos que buscábamos. Crecemos juntos. Cada semana. Cada nueva temporada que enfrentamos con la incertidumbre de si será la última, de si vendrán a vernos.




Gracias por acompañarnos en este viaje.






Macarena Trigo
Asistente de dirección de La omisión de la familia Coleman.





La omisión de la familia Coleman 
son Araceli Dvoskin, Miriam Odorico, Inda Lavalle, Tamara Kiper, Diego Faturos, Fernando Sala, Jorge Castaño, Gonzalo Ruiz, Lautaro Perotti, Gerardo Otero, Ellen Wolf, Claudio Tolcachir, Maxime Seuge, Jonathan Zak, Ricardo Sica, Giampaolo Samá, Marisol Cambre, Omar Possemato y Macarena Trigo.

De viernes a domingo en el Complejo La Plaza. 

Más Llinás



Todos los que amamos Historias extraordinarias esperamos ansiosos este estreno.
Mariano Llinás, el hacedor de la impecable voz en off, volverá para encantarnos. 

"Todo es poesía"

Hay obras sobre las que no debiera escribirse. Obras que exigen un rotundo: andá a verla. Spam es una de ellas. No tiene sentido desmenuzar su argumento o insistir en su desmesura.

Nos encanta que una obra así exista.

Spam es un desafío múltiple: textual, compositivo, estructural, espacial, poético, lingüístico, formal... La dirección ordena con brillantez un relato selvático para hacernos sentir que impera el caos. O el azar. El texto, de una precisión hermosa y apabullante, está lleno de guiños a la posmodernidad más teórica en todos sus ámbitos. Su humor es humanista y académico pero también común y nada banal. Spregelburd logra un cóctel vitaminado donde destila lo mejor de la tradición literaria argentina. Hay esencia de Borges, sí, pero también de Aira. Por ejemplo. Por sacar a la luz alguno de los muchos ecos que resuenan en esta ópera hablada. La voz, la construcción exquisita de ese personaje, nos recordó el inolvidable laburo de Mariano Llinás en Historias extraordinarias. Spam es prima hermana de esa película. No sorprende encontrar, en efecto, el nombre de Llinás el los agradecimientos, pues pareciera que ambos directores beben del mismo río.

Afirmaba Spregelburd en una entrevista sobre la obra que "en teatro las cosas pueden ser dichas si la intensidad de lo que uno quiere narrar es la deseada. En la ópera se puede reproducir la intensidad que necesito, aunque la situación no sea representada". Nunca lo explicaríamos mejor.

Spam.
No hay que verla.
Hay que probarla, experimentar la suma de elementos que la constituyen.
Para seguir hablando de ella.

Spam

Texto: Rafael Spregelburd.
Actúan: Rafael Spregelburd, Federico Zypce.
Actuación en video: Laura Amalfi, Elisa Carricajo, Patricia Frencio, Pino Frencio, Manolo Muoio.
Vestuario: Florencia Lista.
Maquillaje: Georgina Serafini.
Diseño de escenografía: Santiago Badillo.
Diseño de luces: Santiago Badillo.
Diseño sonoro y música: Federico Zypce.
Video: Elisa Marras, Alejo Moguillansky, Alessandro Olla, Valentina Olla, Alejo Varisto.
Fotografía: Nicolás Levín
Asistencia general: Manuela Cherubini, Gabriel Guz
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zarate
Producción: Cetc, Rafael Spregelburd, Federico Zypce
Dirección musical: Federico Zypce.
Dirección: Rafael Spregelburd.

El Extranjero
Valentín Gómez 3378
Miércoles, 21h. (hasta el 31/7)
Jueves y viernes, 21h.

Cinthia, Cinthia, Cinthia...

Hace unos días fuimos parte de la experiencia que propone esta obra y varias cosas nos dejaron en inquieta reflexión. Algo nos impedía comentarla. Queríamos entender mejor qué habíamos compartido, a qué se nos había invitado. Cinthia interminable no es para todos los públicos. No lo es porque es difícil que el público se siente en una platea aceptando interrogantes sin respuesta a digerir parodias sobre un lenguaje ajeno - en este caso nada menos que el de las teleseries norteamericanas de los ochenta -, y a apreciar elecciones técnicas y formales que hablan claramente de un serio cuestionamiento sobre qué mostrar y cómo.

Cinthia interminable es ácida y crítica. Su humor es duro. No negro. El humor negro abre ventanas para que el espectador respire. Cinthia... traba cada carcajada con un texto artificioso. Emplea un lenguaje inexistente. Una forma de hablar que evoca el doblaje de las ficciones ochentosas de la pequeña pantalla, sí,  pero desde el recuerdo, la reminiscencia, desde la huella que esas expresiones huecas dejaron en los creadores de la obra. Eso genera una extrañeza constante que una y otra vez expone los engranajes de la construcción. Cinthia interminable es un experimento sobre la irrealidad de nuestra percepción que habilita una reflexión práctica sobre los modelos narrativos con los que crecimos. Modelos de fondo y forma. La plasticidad de la propuesta tiene algo de museística. Los cuerpos de los actores exploran una rigidez de maniquíes, una quietud perpleja que los vacía de sentido y, al mismo tiempo, los convierte en posibles recipientes de todo discurso. Los personajes son una excusa, nos recuerdan. Cuentan con un muy buen laburo de coreografía que nutre su búsqueda de una expresividad distinta. Los cuerpos rígidos repiten incansables gestos omnipresentes en las ficciones que parodian. No en vano el escenario principal es una de esas mesas de familia donde tantas escenas incongruentes se desarrollan. No hay familia televisiva cuyos conflictos existenciales no estallen frente a una buena cena. De ese artificioso contexto se sirve Coulasso para desarrollar una dinámica desquiciada donde, literalmente, no queda títere con cabeza.

El adjetivo interminable del título advierte sobre las infinitas posibilidades que su estrategia ofrece. La dirección elige unos pocos fragmentos  entre los cientos que debieron conformar la potencial dramaturgia. Y la selección tiene el efecto de aquellos VHS donde rebobinábamos una y otra vez los episodios de nuestra serie favorita. El tiempo se acelera y poco y nada cambia en ese sustrato estereotípico de la familia norteamericana for export. Quienes crecimos mirando las teleseries yankies de los ochenta alimentamos la esperanza de que el mundo fuera un lugar donde los malvados recibían su castigo tarde o temprano. En los noventa entendimos que tal cosa no era posible y en los últimos años la ficción nos ha enseñado a amar a los malvados más que a los antihéroes.

Cinthia interminable no habla sobre esto. No es una obra discursiva. Ni siquiera es una obra de texto. Las palabras, como los personajes, son también una excusa. Sin embargo todo esto y más está ahí. Servido en esa mesa vacía donde los personajes cenan y se disparan a buen ritmo.

Cinthia interminable

Dramaturgia: Marysol Benitez, Germán Botvinik, Juan Coulasso, Juan Fernández Gebauer, Gulliver Markert, Eric Taylor, Jazmín Titiunik.
Actúan: Marysol Benitez, Germán Botvinik, Juan Fernández Gebauer, Eric Taylor.
Caracterización y maquillaje: Ana Sol García Dinerstein
Diseño de vestuario: Ezequiel Galeano
Diseño de luces: Mariano Arrigoni.
Diseño sonoro: Ignacio Sepúlveda.
Realización de escenografia: Marcos Berta.
Realización de vestuario: Silvana Diachenko, Patricia Terán.
Fotografía: Akira Patiño.
Asistencia de dirección: Gulliver Markert.
Producción ejecutiva: Luciana Martínez, Gabriela Paolillo.
Dirección de arte: Ezequiel Galeano
Co-Dirección: Jazmín Titiunik
Dirección: Juan Coulasso.

Beckett Teatro
Guardia Vieja 3556
Viernes 23h

Todos mis miedos

¿Qué es un escritor que no escribe? ¿Quién pone punto y final al amor? ¿Y cómo se inicia un nuevo capítulo cuando no sabemos pasar de página?

Esas son algunas de las preguntas que laten en el texto de Esteban Bieda y Nahuel Cano. Hay muchas más. Todos mis miedos desarrolla un argumento sencillo que nos invita a leer entrelíneas para (re)escribir con sus personajes aquello que la historia no cuenta, las infinitas posibilidades que todo triángulo amoroso ofrece y cómo y cuánto ese triángulo se complica cuando el amado es artista y tiende a confundir la vida con la obra convirtiendo en personajes a quienes lo rodean y ficcionalizándose a sí mismo.

Bruno, el escritor protagonista, cuenta con su propio narrador omnisciente. Una suerte de muso competente que le lleva el apunte pero lo enloquece recordándole sus fallos y guiándolo torpemente en sus escenas cotidianas como si fuera el protagonista de uno de sus textos.

La dirección logra un muy buen laburo actoral que apuesta por la honestidad, el humor y una complicidad con el público al que se apela e integra con sutilezas inesperadas que nos obligan a cuestionarnos sobre los elementos de la representación en el relato. La puesta es sencilla, efectiva y vital. El ritmo y el humor atraparán a todo aquel que alguna vez haya justificado su existencia con una cita ajena.

Todos mis miedos

Texto: Esteban Bieda, Nahuel Cano.
Actúan: María Abadi, Anabella Bacigalupo, Diego Echegoyen, Pablo Seijo.
Vestuario: Paola Delgado.
Iluminación: Rocío Caliri.
Espacio escénico: Julieta Potenze.
Fotografía: Sebastián Arpesella, Candela Dal Pont.
Diseño gráfico: Leandro Ibarra.
Entrenamiento musical: Liza Casullo.
Asistencia artística: Juan Fernández Gebauer, Juan Mako.
Dirección: Nahuel Cano.

Abasto Social Club
Yatay 666
Sábados 23h.
Domingos 17h.

La verdadera fiera

La fiera, la leyenda de la mujer tigre, de Mariano Tenconi Blanco realizó el pasado domingo una última función en El Extranjero antes de viajar a Jujuy pero pronto volverá a cartelera. Hace rato que Iride Morcket está dando vida a este inolvidable personaje del que oímos hablar por primera vez hace unas semanas en la mesa de unipersonales femeninos organizada por el Área de Comunicación, Artes Escénicas y Artes Audiovisuales de la UBA. Morcket explicó allí algunas de las causas y azares que guiaron su proceso creativo. Empezando por una primera charla con Tenconi donde apareció el disparador de la pantera. Su interés por laburar la energía de este animal y la mitología arcaica sobre mujeres que se transforman en animales dieron como fruto a este atractivo, potente y original personaje.

Quienes no la vieron tienen una cita pendiente con una de los unipersonales más interesantes de los últimos años. La obra nos presenta a una heroína. Una suerte de Gatubela tucumana que venga a las mujeres abusadas impartiendo su propia justicia. Una justicia a la altura de la venganza. La fiera nos habla de lo que esa decisión implica. La soledad, la ausencia de felicidad y la certeza de ser un instrumento de la divinidad en un mundo donde los débiles no tienen cabida. El tema es tan serio e importante como necesaria su presencia en una agenda mediática donde la violencia de género aparece y desaparece como ítem ocasional pero, aún más que la temática, es de celebrar la forma en que se aborda. No hay nada políticamente correcto. El texto agrede con imágenes de una precisión perturbadora. Recae en la actriz la difícil tarea de accionar un relato lleno de situaciones de violencia extrema. Y lo logra. Al punto de hacernos cómplices de sus venganzas y enamorarnos con su bestialidad y su humor lúcido y observador.

Morcket posee una gran presencia escénica y hace gala de un amplio abanico de recursos donde la potencia de su voz resulta de una emotividad muy efectiva. La obra cuenta con música en vivo e incluye canciones cuyas letras desmenuzan la naturaleza del personaje. La música no es un fondo de acompañamiento sino que construye el espacio escénico y alimenta el desarrollo argumental. Constituye uno de los grandes aciertos de la propuesta junto al excelente hacer de Morcket que dota de una impronta personalísima a un ser endiabladamente complejo, profundo y lleno de matices que una y otra vez se hace fuerte y crece mostrándonos sus heridas abiertas.

La fiera
Actúa: Iride Mockert.
Vestuario: Paola Delgado.
Escenografía: Oria Puppo.
Iluminación: Matías Sendón.
Música original: Sonia Álvarez, Ian Shifres.
Asistencia de dirección: Ignacio Bartolone.
Producción ejecutiva: Berenice Mazzarelli.
Producción general: Carolina Castro.
Diseño de movimientos y coreografía: Carolina Borca.
Texto y dirección: Mariano Tenconi Blanco.


El Extranjero
Valentín Gómez 3378.
Domingos 21h.

Habitat




Ayer en la II Semana de Imagen y Sonido organizada por CEGEADIS en el COSMOS,vi por fin esta breve película de Ignacio Masllorens. En más de una ocasión hemos comentado sus trabajos porque sus propuestas nunca defraudan, de hecho, tienden a darle una inesperada vuelta de tuerca a toda expectativa y superarla con creces. Habitat es un documental de observación, así lo definían ayer los entendidos. Nosotros no nos atrevemos a etiquetarlo pero, sobre todo, lo consideramos un poema visual. Y muchas otras cosas: una profunda reflexión sobre la humanidad y su entorno, un caleidoscopio sobre el entorno inmediato y una extraña suerte de composición zen sobre nuestro lugar en el mundo y la fragilidad de la existencia. También es un cadáver exquisito muy elegante y una master class sobre el arte del encuadre. Es un texto sin palabras. Un texto lleno de interrogantes que en un momento dado comienzan a inquietarnos porque ninguno se resuelve. Y una oda a Buenos Aires.

Habitat muestra una Buenos Aires desconocida. Una Buenos Aires silenciosa y vacía. Vacía como nunca pudimos imaginarla. Sin un alma. Parece imposible pero ahí está. Cientos de planos desfilan ante nuestros ojos llevándonos a lugares fácilmente reconocibles pero extrañamente sobredimensionados, y también mostrándonos esquinas azarosas e interiores desconocidos. Lugares donde todos pudimos estar alguna vez. Están ahí aunque no haya nadie y son gracias a quien los mira, los recorta, los enmarca y nos los regala. Habitat es un modo de mirar, el de su director. Una mirada meticulosa, precisa y rítmica. Paciente. Curiosa.

Habitat es un discurso sobre la ciudad y nuestros grotescos modos de ocuparla. Un excelente disparador para cuestionarse el concepto "ciudad" como la suma de muchísimos valores y espacios simbólicos. Una excusa perfecta para volver a enamorarse de esta infinita e imposible Buenos Aires.

Si la ven programada por ahí, no dejen de experimentarla. 

"Este es el pelo de verdad"

así nos aclaraba el pasado miércoles Rita que, tras hora y media, finalmente, aparecía en escena su mamá, Ximena Banús, la mujer matrioska. Con una rotunda carcajada y un nuevo aplauso terminó lo que se anunciaba como la  última función de Desvelada y sola, el unipersonal en el que Banús presenta una exquisita colección de mujercísimas inolvidables que una y otra vez logran lo imposible: renovar el estereotipo, darle impronta personal a los invariantes descriptivos con los que pueden construirse personajes.

Banús es una actriz de armas tomar. Sabe muy bien cómo manejar la caracterización para que el público identifique rápidamente la potencialidad de sus creaciones. Pero no sólo eso, logra que nos identifiquemos con ellas. Con lo mejor y lo peor de cada una. Su humor es inteligente, lúdico y no da tregua. Su interpretación es honesta, generosa y vital. Su texto está lleno de agudezas. Imposible no mencionar y destacar su pasmosa lucidez a la hora de (re)inventar idiomas. Marie, la hermosa y triste francesa que abre la noche es, sin duda, uno de los grandes hallazgos de esta propuesta. También hay que destacar la participación de Lucila Domínguez cuyas canciones abundan en ternura y desenfado y ejercen como hábil transición entre personajes para que la sonrisa quede siempre esbozada. 

Tengo la suerte de haber visto un buen puñado de aquellas míticas Veladas Temáticas que tantos domingos mejoraron la década pasada. Ya entonces los personajes grotescos de Banús eran hilarantes y redondos y lograban una compacta frescura que nunca defraudaba. Desvelada y sola es una síntesis de muchos años de trabajo, una apuesta por esas certezas que terminan por constituirse como poética de una actriz. Porque no es un alarde de método sino toda una poética personal sobre la construcción del personaje y el buen uso de la palabra y el ritmo cuando se persigue la carcajada y la complicidad de la platea. 

Nos negamos a creer que la función del miércoles fuera la última. Banús volverá. Y bien podría ser millones, la verdad. 

Desvelada y sola

Texto y dirección: Ximena Banús
Actúan: Ximena Banús
Vestuari y escenografía: Mariana Tirantte
Iluminación: Marcelo Álvarez
Edición de video: Emi Castañeda
Video: Ivan Wolovik
Ilustrador: Lucila Domínguez
Diseño gráfico: Lucila Domínguez
Asistencia técnica: Gabriel Beltrame, Luciano Vázquez.
Prensa: María Sureda.

Balada para cowboys

A lo largo de los años hemos aprendido a confiar en la garantía de algunos nombres buenos. Javier Drolas es uno. Donde él esté siempre aparece algo interesante, honesto, inspirador y, sobre todo, algo en plena búsqueda que se desafía a sí mismo. Entre tiene esas virtudes. Es un poema teatral, un caleidoscopio de símbolos ritmados donde todo nos recuerda a algo pero también a otra cosa. "Esto no es un cowboy", sería el título del cuadro. No. Pero sí. La sombra del cowboy es alargada y se proyecta sobre la platea. Una platea inquieta que no puede evitar marcar los compases de la música de Cocktail Tour y Fernando Tur ni sorprenderse ante los instrumentos musicales que aparecen en escena. Diseñados y realizados por Drolas, por cierto.

Cuatro cowboys. Cuatro actores. Perdón, tres actores y una actriz, que bailan algo. Hablan poco. Y practican con gracia la onomatopeya sostenida y alterada para guiarnos en una naturaleza que es y no un posible desierto. A ratos. Una cantina. Un laberinto. Una cabaña. Quizá. Todo está ahí para quien quiera ver. El horizonte se acerca y nos huye. El primer plano de unas manos que hablan sin palabras se encadena al de unos sombreros delatores. Filósofos torpes o borrachos para quienes el tiempo, su paso, su repetición, es el problema del momento. Quizá.

Entre cowboys anda el juego es otra de las frases que nos baila entrelíneas. Porque eso es también Entre. Un juego. Un cadáver exquisito de referencias y propuestas que se sostienen con pulcritud técnica, humor inteligente y un amor por la idea que palpita en sus intérpretes y se renueva en cada nueva propuesta de la partitura que comparten. Un sinfín de cajas chinas. Y en todas ellas un cowboy. Y en cada cowboy un poeta. O un filósofo. O vos. Que a ratos, fijo, te pareces un poco a todos ellos.

Una invitación original que nos recuerda que el escenario sigue siendo territorio comanche.

Entre
Actúan: Cecilia Blanco, Javier Drolas, Agustin Repetto, Fernando Tur.
Vestuario: Victoria Blanco.
Escenografía: Javier Drolas.
Iluminación: Matías Sendón.
Realización de instrumentos: Javier Drolas.
Música original: Cocktail Tour, Fernando Tur.
Diseño gráfico: Andras Calamandrei.
Colaboración en vestuario: Alejandro Baamonde.
Asistencia técnica: Florencia Siaba.
Supervisión: Susana Tambutti.
Dirección: Cecilia Blanco, Javier Drolas, Agustin Repetto, Fernando Tur. 

El Extranjero
Valentín Gómez 3378.
Sábados 23h.

Carne, hueso y nariz

En la gráfica de Rompiente Ruda duerme abrazada a un faro arropada por el mar. Sin duda, está soñando. Algo en esa imagen facilita cierta predisposición para viajar hasta esa orilla a la que nos invitan Silvia Aguado, Agustín Flores Muñoz y Lila Monti. 

Conviene señalar y saber que Silvia Aguado pertenece a esas clowns de raza que no sólo actúa, sino que, desde hace muchos años, ejerce una docencia cuidada, intuitiva y personalísima donde el clown no es una mera disciplina técnica. Ser clown es un modo de observar. Un modo de pararse ante este desastrado mundo y darle vuelta. Llenarlo de sentidos. Encontrar juego y poesía en cada cosa. No hay manual de clown por más ejercicios que inventen. El clown que conquista no lo hace por su excelencia técnica. Un gran clown es aquel que logra hacernos olvidar las convenciones del género y presenta un personaje inolvidable. Carne, hueso y nariz colorada. Si bajo esa nariz hay alma, el banquete está servido. Ese almita siempre está llena de conflictos terribles y sus esfuerzos desmedidos por resolverlos permiten que nos identifiquemos con algunos aspectos olvidados o ignorados de nosotros mismos.

Ruda es un personaje clownesco de larga trayectoria que ha sabido crecer junto a su intérprete. Su mirada alumbra un humor inteligente y sutil que en Rompiente apuesta por aproximarse a tópicos inagotables y poderosos: la vida como gran viaje y el desapego y su difícil práctica como herramienta de supervivencia. Ruda nos recuerda que nada es imprescindible, todo es cuestión de actitud, la infancia siempre está esperándonos, y allá donde vayamos tendremos que llevarnos y soportarnos a nosotros mismos. Ah, también, con mucho humor, está la certeza de que todo va, vuelve y en ocasiones,  con un poco de suerte, se transforma.

Rompiente es una obra optimista que demuestra que los grandes temas siguen esperándonos. Sólo precisan una aguda mirada personal para interesarnos tanto como siempre. Recién terminó su primera ronda de funciones. Atentos a su regreso.

Rompiente
Autoría: Silvia Aguado, Agustín Flores Muñoz, Lila Monti.
Escenografía y vestuario: Silvia Aguado. 
Diseño de luces: Ricardo Sica.
Video: Ignacio Gutiérrez Arribere.
Música: Agustín Flores Muñoz.
Fotografía: Natalia Rubinstein, Laura Wohlgemuth.
Gestación: Lila Monti.
Diseño gráfico: Andrés Kyle.
Entrenamiento corporal: Erica Ynoub.
Asesoramiento dramatúrgico: Mariano Saba.
Asistencia de escenario: Agustina Aguirre.
Asistencia general: Andrea Bohrnñ
Asistencia de dirección: Carolina Díaz Benavidez.
Prensa: Marisol Cambre.
Producción: Silvia Aguado.
Dirección: Agustín Flores Muñoz.

Certezas fugaces sobre mi escritura

"Haría falta inventar una escala para pronosticar el impacto del encuentro entre las personas unas con otras. Anticipar el grado de perjuicio o las variaciones en la trayectoria que producirá la colisión. Dónde se estrellarán, cuáles serán las consecuencias en el futuro. Estimar el grado de estabilidad posterior a la experiencia, no para evitar atravesarla sino para disfrutar la belleza de cada instante hasta el último, donde la cuenta regresiva no anuncie un lanzamiento sino una catástrofe tras la cual - aun sobreviviendo - los daños serán irreparables. Y confío en que está bien que así sea". David Nahon. 

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Desde hace dos años cuento con el extraño privilegio de que casi todo lo que escribo sea leído por un actor. Un amigo actor. En su lectura nunca hay un fin determinado y pocas veces recibo una devolución estética o correcciones técnicas de su parte. Cada tanto, quizá, alguna observación sobre temas recurrentes o imágenes que aprendió a reconocer como claves de mi imaginario. Aeropuertos, estaciones de tren, hormigueros, camiserías, Alicia, los absurdos cuentos de hadas, la incierta geografía, algunos pintores... Imaginario tópico, sí, pero que trato de consolidar y conquistar como propio.

Soy de la opinión de que siempre escribimos para alguien. Y no precisamente para el supuesto "lector ideal" de la teoría literaria. No. Nuestro receptor suele ser alguien mucho más inmediato. Con suerte alguien que nos quiere lo suficiente como para enjuiciar nuestro trabajo. Alguien que no dudará en decirnos que se aburrió, le resultó largo o le recordó a algo que ya había leído por ahí. Alguien que nos quiere bien y, por tanto, no dudará en hacernos llorar sobre esas hojas llenas de borrones y buenas intenciones.

En estos dos años de escritura para un lector concreto, puedo afirmar que mi escritura ha  sabido adquirir por momentos una urgencia vital que resignificó el sentido de mi práctica. La escritura dejó de ser un refugio, un espacio en el que dar vueltas a solas a ideas peregrinas, para dotarse de una imperiosa necesidad: comunicarme con mi lector. Lector al que tardaba días en ver y al que, paradójicamente, rara vez osaba preguntar qué le había parecido el último envío. Buscaba una comunicación profunda. No entretenerlo o divertirlo. Creo que jugaba a "convertirlo". Tratar de que viera el mundo desde mi desenfocado punto de vista. Un punto de vista que me atrevo a considerar peculiar por el mero hecho de ser mío, vaya. Así, por ejemplo, sé que he adquirido cierta destreza en el desarrollo de una suerte de parodia del lenguaje amoroso antiguo. El voseo argentino a menudo abre en mis textos una puerta hacia un pasado romántico, una fantasía donde mi paciente lector se convierte de pronto en un caballero medieval o decimonónico, siempre lejano, siempre ocupado en hazañas misteriosas de las que nada sé, un hombre familiarizado con el arte y la geografía. Esas construcciones cursis y desfasadas abundan en ironías donde cifro mis intentos de encontrar una voz a la que a menudo, con pedantería coqueta, denomino mi "voz en off".

Ese off es la traducción del runrún que nutre mi escritura. Sueños, deseos y conversaciones conmigo misma adquieren consistencia tras una larga criba. Hace tiempo que no persigo la sobriedad de una prosa donde se hile un relato. Considero mis excesos como posibles defectos de un potencial estilo. He tardado años en reconocerme como poeta pero terminé por salir del armario al darme cuenta de que lo poético de mis textos funcionó como aliciente para llevarlos a escena. Dirigí varias obras sobre textos propios y en todas ellas el trabajo de mesa requería explorar metáforas y llenar de sentido, flexibilidad, humor y ritmo lo que en una primera lectura parecían infames lamentos melancólicos carentes de esqueleto escénico. Creo haber logrado resultados interesantes en ese desafío y eso es, sin duda, una de mis principales pulsiones a la hora de escribir. Nunca sé cuándo lo que parece un relato terminará por ser argumento teatral o cuándo una colección de poemas se convertirá en un personaje capaz de decir esas barbaridades en voz alta sin ser apedreado.

Quizá por eso elegí a un actor como primer lector de mis desvaríos. En principio esta dupla creativa respondía a cierta inquietud por laburar juntos. En mi ingenuidad creí que sería fácil escribir un monólogo para un actor amigo y admirado. Más de dos años después he perdido la cuenta de mis muchos fracasos. No he dejado de intentarlo, pero asumo la posibilidad de que ese monólogo soñado nunca nos llegue. Como dice Kartun, "uno es el poeta que puede ser". Quizá esta poeta no está a la altura de sus mejores intenciones pero no hay mal que por bien no venga y, por suerte, también he perdido la cuenta de los poemas y canciones que aparecieron en respuesta a los comentarios, burlas o desafíos de mi lector. Así, por ejemplo, su falta de tiempo para leer mis extensas peroratas, logró que practicase la síntesis y afinase la eficacia en mis metáforas. Del mismo modo, su nulo interés ante algunos monólogos en los que consideraba haber atrapado la quintaesencia un personaje, me obliga a reconsiderar una y otra vez cuáles son los elementos cruciales de un monólogo y, sobre todo, qué lo convierte en algo urgente, es decir, atractivo, a los ojos de un actor. Sí, ya sé, hay tantos actores como lectores. Considero que un actor es un lector "avisado", un experto que acierta a reconocer el buen pulso de un texto gracias a su intuición práctica sobre un subtexto latente que sólo terminará de aparecer en los ensayos.

Allá lejos y entonces, en mis clases de escritura creativa en la universidad, uno de mis mejores profesores insistía en la importancia de dar a leer nuestras cosas a aquellos en cuyo juicio confiáramos plenamente. He tenido la suerte de gozar de la confianza de unos pocos lectores exigentes. Sé, intuyo, que el actual estado de mi relación autora/lector no se mantendrá indefinidamente. Los caminos de la creatividad son más inexpugnables que los divinos. Aún no asimilo el raro privilegio que hemos disfrutado, no obstante, sé que ha sido una intensa convivencia cuyas repercusiones, para bien o para mal, seguiremos detectando dentro de mucho tiempo. Poder reflexionar con alguien sobre dos años de producción continuada (letra-ojo / voz-oído), y valorar en su justa medida la influencia lúdica, el respeto y la responsabilidad adquirida sobre el trabajo del otro es, de por sí, una gran e interesante recompensa.

A vos, que estás leyendo, gracias.

m.trigo

Tren Valladolid - San Sebastián, 20 de enero de 2014. 

"¿Qué sería del aire de una sala de teatro sin preguntas?"

Eso se pregunta Alberto San Juan en Autorretrato de un joven capitalista español. Nos lo pregunta a todos. Eso y otras muchas cosas. San Juan ha creado un ¿espectáculo? raro. Uno de esos que nos obliga a reconsiderar qué elementos constituyen una obra o un personaje y cuáles son imprescindibles. Por suerte no existe fórmula que proporcione respuesta fácil. Digamos que el trabajo de San Juan es un unipersonal. Comparte su experiencia de vida. Como hombre y como artista. Pocas cosas más complicadas que enfrentarse a las propias verdades. Afirmar que "el miedo y la ignorancia" fueron sus guías, por ejemplo. Reírse de uno mismo. Pero también reconocer errores. Hacerlo ante una sala llena de desconocidos. Público curioso que está ahí para ver al "guaperas que antes hacía cine". O no, público avisado, que llega con recomendación e incertidumbre porque no sabe bien de qué va el asunto. Y es que Autorretrato de un joven capitalista español juega a ser un monólogo personalísimo pero no lo es. Mejor dicho, no es sólo eso. San Juan apuesta fuerte con un arduo desafío: vincularse con el público a  través del humor patético de sus anécdotas personales y, a la vez, convertirse en un yo colectivo elaborando el marco político y económico de lo que han sido los últimos cuarenta años de la historia de España. Una historia común de la que formamos parte. Sin querer quizá. Y sin saber gran cosa en realidad, pero parte.

San Juan escribió un texto duro, lleno de referencias concretísimas, fechas, nombres, citas. Parte de la bibliografía empleada lo acompaña en la escena. Y el texto de la obra también. A mano. Por si hace falta. Por si la memoria no alcanza o el hilo se pierde entre improvisaciones o comentarios del público. Porque aunque sea un monólogo, el público es interpelado una y otra vez. El actor se acerca, nos busca, nos observa. Espera. Y en ocasiones alguien habla. Comenta. Se atreve. Este montaje no quiere ser mero entretenimiento. Quiere hacernos reír, sí. Pero sobre todo pensar. Las preguntas sin respuesta se suceden sin descanso. La información es mucha. Los absurdos e incongruencias desmedidas sobre los que se cimentó el actual estado de las cosas demasiado inverosímiles. San Juan habla de España, pero lo que cuenta pasó en todas partes. Porque España no está sola. Ningún país lo ha estado nunca. No los dejan. Quizá por eso...

Cuando una sala de teatro se da el lujo de poner en cartel un montaje, del índole que sea, donde prima mucho más lo que se cuenta que la forma en que se hace, se nos recuerda, como público o como creadores, que no todo está hecho. No es verdad que todos los caminos conduzcan a Roma. Alberto San Juan cuenta, lee, comparte, opina, juzga y critica. En primera persona. Desde el escenario. Cabreado con él mismo a ratos. Con su ingenuidad y su ceguera. Habla de algo que nos ha pasado a casi todos por encima en los últimos años: el peso de la historia. Autorretrato de un joven capitalista español es una hazaña casi quijotesca. Algo inesperado que conquista por su valentía, su inteligencia, su humor y cierta desfachatez que, sin duda, habla mucho y bien del espíritu joven de su autor, intérprete y director. Alberto San Juan se permite reflexionar en voz alta sobre su vida y nuestra historia y aún conserva la esperanza de que entendiendo un poco mejor el pasado, apenas un poco, podamos comprendernos mejor a nosotros mismos hoy y volvamos a interesarnos por el futuro de todos.

Autorretrato de un joven capitalista español puede verse en el Teatro del Barrio, sala que funciona como una cooperativa de consumo cultural en Lavapiés. Recomendamos visitar su web donde queda claro que no sólo hay otra manera de hacer las cosas, sino que YA hay gente haciéndolas mucho mejor.

Autorretrato de un joven capitalista español, de Alberto San Juan. 
Teatro del Barrio
Zurita 20. Madrid

http://teatrodelbarrio.com/

Breve ejercicio para sobrevivir

A veces nuestra vida como público goza de pequeños estados de gracia. Momentos privilegiados que se ven favorecidos por estar en el lugar adecuado. Estos días Madrid viene siendo la ciudad de los (re)encuentros y las sorpresas. Ayer tuvimos la suerte de asistir al reestreno de Breve ejercicio para sobrevivir, de Lautaro Perotti.

Cuando un título acierta a despertar ciertas preguntas clave sobre nosotros mismos, comienza a empatizarse con un sustrato interno de la obra que buscamos en la propuesta dramatúrgica. El título de Perotti nos enfrenta a una posible lista de elecciones donde las prioridades pueden ser tan azarosas como cruciales. ¿Acaso cada día no es un acto de supervivencia? ¿No buscamos constantemente un gesto, una acción que nos redima queriendo distinguir entre el tiempo vivido y el apenas ocupado? Y cuántas veces las insignificancias que nos salvan son inexplicables... Quizá sea una conversación en la barra de un bar con un desconocido lo que logre orientar nuestra semana. Un libro. O la mano de un niño distraído que nos confunde por un segundo con su padre. El azar. Y lo sistemático. El frágil equilibrio que ambas fuerzas ejercen en nuestra existencia.

Los personajes de Breve ejercicio para sobrevivir son un hallazgo poético donde estos ecos se traducen en urgencias vitales: el amor y la vocación. Cuchillos de doble filo que manejan torpemente. Con miedo. Se hieren y contemplan las heridas. Incapaces de casi todo. Salvo de entenderse.

Perotti, gran conocedor como actor y director de la importancia de la escucha en la escena, construye una exquisita pieza de encuentro en la que Bárbara Lennie y Santi Marín se entregan con generosidad y talento. Su aparente distancia, sus torpezas, sus hosquedades, resultan escudos demasiado pesados y poco a poco aparecen las verdades más difíciles de decir. Las que aterran, pero también las que conmueven, unen y los cambian para siempre.

Él y ella se dedican al teatro. El teatro los salvó en algún momento. Quizá consumió lo mejor de cada uno. "Es un juego de niños y lo llamamos trabajo", sentencia irónicamente ella. Ahora el teatro está ahí. Un lugar y una gente a la que volver. Si pudieran. Si tal cosa pudiera elegirse. Si no huyeran de sí mismos.

Breve ejercicio para sobrevivir abre la puerta a una de esas intimidades incómodas (estética, física y emocionalmente) a las que el off porteño está muy acostumbrado y por las que Madrid viene apostando como campo de investigación para la creatividad de un teatro que está reinventándose una vez más. Una excelente oportunidad de comprobar que lo mejor del teatro puede estar en el lugar más inesperado.

Breve ejercicio para sobrevivir
Versión y dirección: Lautaro Perotti. 
Actúan: Bárbara Lennie y Santi Marín. 

La pensión de las pulgas
Domingos y lunes. 20 y 21.30h. 
Reservas: 638 752 812