ELTI 2013

Del 3 al 7 de septiembre se celebra el II Encuentro Latinoamericano de Teatro Independiente. Un festival que hace hincapié en la identidad latinoamericana donde habrá obras, charlas, talleres...






Toda la información en su web: 

El gusto, by Leticia Martín

Ballet. Bailarinas de ballet. ¿Bailarines? Sí, hay, claro, pero por alguna razón el universo del ballet clásico se nos muestra siempre desde las tortuosas prácticas y mentes de esas delgadísimas mujeres a las que la vocación convierte en esclavas de su disciplina.

Leticia Martín recrea con solidez los interiores de una joven bailarina del Colón en su novela El gusto. Lorena, la protagonista, es una de esas bailarinas cuya vocación se forja en el deseo materno y se asume como definición propia. Bailar no es suficiente. Bailar bien tampoco. Hay que ser la mejor. Ser elegida para el rol protagónico. El fin justifica los medios. Sobre todo cuando los medios sólo le atañen a una. "Más limitaciones se pone uno, más se libera", repite como un mantra, mientras deja de comer y estira sus músculos hasta la extenuación.

Lorena encarna forma y voluntad. Alguien que conoce a la perfección el funcionamiento del arte elegido y que trata por todos los medios de llenarlo de sentido. Sin embargo, la desconexión vital entre el esfuerzo desmedido y la fugaz recompensa de sus logros, de los que no se siente partícipe, hace que de a poco, su férrea realidad de obligaciones y prejuicios se desmorone.

La autora elige el punto de vista privilegiado de la omnipresencia para recrear los interiores de Lorena porque son los detalles de obscena intimidad los que nos advierten: en cualquier momento esa bailarina volará por los aires en mil pedazos. Hay un zumbido sordo, un malestar general que late como fondo del relato y que tiene mucho que ver con la distancia que la protagonista mantiene entre ella y el afuera, observándose como si fuera otra persona.

Lorena se humaniza ante los desconocidos. Se desdobla. Logra escuchar y fingir una sonrisa ante hombres mayores ajenos a su entorno. Se prueba a sí misma desempeñando un trabajo vulgar. Huye. Una y otra vez. Sin premeditación. Con lo puesto. Improvisando un personaje. Aceptando la fragilidad de esa realidad que sostiene con tanto esfuerzo y reconociéndose reemplazable. Un viaje de ida y vuelta que pudiera ser eterno. Hasta que deja de serlo.

Interiores: un departamento, una heladera aséptica, un camarín aislado, una impoluta bandeja de entrada en el correo electrónico y un universo onírico infectado de pesadillas donde la pasión enfermiza deforma lo que toca. Pesadillas donde el escenario y los cuerpos se desintegran.

El gusto puede leerse como un viaje por los sentidos deformados. Qué sucede cuando los sentidos se contaminan, cuando se deforman con abusos o se atrofian olvidados. Y nos deja pensando en lo que sucede cuando nuestro mayor placer, ese goce íntimo que nos define y salva, desaparece. Qué sucede entonces. Quiénes somos después.

El gusto,
Leticia Martín, colección Potlach, ed. Pánico el Pánico, Buenos Aires, 2012. 

Café Müller: Festival Callejero de Danza

Los habituales de Café Müller no precisan mucho más que el nombre para saber de qué se habla. Un lugar que toma la danza como puente de contacto con el mundo y el arte. Con los otros, con vos. Apuestan tanto por la formación como por el intercambio y basta asomarse a sus proyectos de residencia o conocer alguno de sus ciclos, para saber que hay los define la suma de muchas voluntades y la pasión por lo que hacen.

Siempre hacen. Siempre tienen algo en mente y entre manos.

Ahora se trata de un Festival Callejero de Danza que tendrá lugar el próximo mes.

Acá alguna información al respecto:

Cafe Müller Club de Danza es un espacio de danza dedicado a la creación y el desarrollo de las artes escénicas, gestionado por un colectivo de artistas.
Buscamos construir un lugar de encuentro social e intercambio artístico; para la amistad, el ocio, el tropiezo entre colegas y la colaboración mutua.

En honor a una de las grandes referentes de la danza contemporánea, Pina Bausch, es que elegimos bautizar a nuestro teatro “Cafe Müller” que hace referencia a una de sus obras más conocidas.

El espacio se plantea como un puente de acceso a recursos para muchos artistas de la comunidad de la danza; con el propósito de desarrollar proyectos no orientados al circuito comercial; acercando la danza a nuevas generaciones.

En este caso, con la expectativa puesta en abrir nuestro espacio al barrio, a la comunidad que nos rodea y también a la comunidad de la danza;
queremos realizar nuestro segundo FESTIVAL CALLEJERO VILLA CRESPO DANZA.

El festival está programado para el 21 de septiembre de 2013, para recibir la primavera y festejar el encuentro de artistas, familias, transeúntes y curiosos.

FORMAS DE COLABORAR: 
http://panaldeideas.com/proyectos/festival-callejero-cafe-muller-club-de-danza/

Prueba I: "El espectador"

La compañía Buenos Aires Escénica está presentando en estos días la primera de una serie de investigaciones sobre el hecho teatral y su relación con el espectador. Decidieron que cada presentación recibiera el nombre de "prueba". Su calendario ya cuenta con un cronograma que cifra el desarrollo del proyecto en diciembre de este año y marzo del que viene.

Su programa de mano explica que el Proyecto Pruebas se basa en "una serie de pruebas en relación a lo escénico que se irán investigando, montando y probando con el espectador. Éstas no se presentarán como obras que permanecen en cartel (...) sino que se irán mostrando en diferentes fechas, en diversos espacios y con tiempos acotados de exhibición".

"El espectador" se está presentando en la sala Defensores de Bravard y la elección del lugar no es menor. No debe serlo cuando desde ya se intuye como un lugar de trabajo y confianza, donde se les permite no sólo explorar a conciencia los posibles usos de todo el espacio, si no programar estas sesiones de encuentro con el público con entrada gratuita. Por otro lado, los espacios convertidos en escénicos son los más incómodos, los menos "teatrales" a primera vista, pero los que mejor habilitan el factor del hiperrealismo que la propuesta indaga. Los espectadores comparten con los personajes la intimidad de la cocina, el baño y espacios transitorios que no están pensados para la contemplación. Mucho menos para albergar la expectativa teatral de un público.

Hasta aquí la propuesta resulta tan interesante como conocida para cualquiera que disfrute a conciencia de estas fórmulas intimistas que cada tanto la cartelera porteña nos regala. Pero Buenos Aires Escénica quiere ir un poco más allá. La intimidad espacial se comparte con los otros espectadores, teniendo que resignar en ocasiones el punto de vista o eligiendo uno de los muchos elementos que el azar nos ofrece como nutriente de esa ficción momentánea (juguetes abandonados en el piso, el reflejo de los otros en el espejo, un tarro de café sobre la mesada...), pero son los personajes los que nos habilitan en esa intimidad. No nos ignoran. Nos descubren. Sin sorpresa excesiva. Asumiendo quizá que todos contamos con múltiples observadores anónimos a los que ni percibimos.

Y una vez que nos descubren, nos cuestionan. Nos convierten en cómplices de sus inseguridades y certezas. La propuesta textual de Matías Feldman construye un hilo de pensamiento casi cinematográfico. La fragmentación, la libre asociación de ideas e imágenes termina por definir algo que bien podría ser una voz en off. Esa voz censora y problemática que cada quien escucha dentro de sí. Únicamente cuando los personajes se encuentran entre sí reaparece un hablar más cotidiano, menos depurado. Un hablar improvisado donde se olvidan de sus observadores para tratar de comunicarse entre ellos sin mucho éxito. Los personajes elegidos para esta primera prueba son los miembros de una familia, ese núcleo cotidiano donde siempre se corre el riesgo de cierta invisibilidad. Quien no me escucha, no me entiende. Y tarde o temprano deja de verme. Entonces yo dejo de ser alguien, pierdo mi papel, mi rol. Con humor y pequeños gestos que exploran el absurdo cotidiano se nos introduce en esta serie de inquietudes.

La ficción se articula sobre principios tan frágiles como la realidad. Pero estamos acostumbrados a exigirle "resultados". La ficción debe "funcionar". Y paradójicamente una ficción funciona cuando su verosímil resulta creíble. Buenos Aires Escénica investiga sobre estos principios persiguiendo que el espectador abandone su pasividad para ser una parte vital de lo observado.

El espectador activo de esta Prueba no se define únicamente por su desplazamiento en esos espacios íntimos, por dónde se para, qué mira, o cuánto opina. Su participación activa está en la misma instancia que la del lector ideal. Ese lector que la teoría literaria define como activo, avisado, incluso "macho". Ese lector que (re)escribe lo que lee. Acá, el espectador activo elabora no sólo gracias a lo que ve, también gracias a lo que no ve, a lo que logra escuchar, a lo que imagina tras las paredes y al valor simbólico que esos personajes poseen como parte de un estereotipo siempre renovado: la misteriosa e inagotable "familia tipo".

El pacto que se firma entre actores y espectadores es tan flexible como complejo. Vos, actor, vas a mentirme, y yo, voy a creerte porque vos lograrás que me olvide de todo, de mí, por supuesto, pero también de vos. Veré en vos lo que quieras que vea. Serás un anciano o un niño de ocho años. No me molestará. Te dejaré jugar. Ser. Creeré en vos más que vos mismo. Y los dos nos demostraremos que este invento del teatro sigue siendo posible y aún tiene muchas lecciones y sorpresas para darnos.


Prueba I: "El espectador"

Con: Javier Drolas, Juliana Muras, Guido Losantos, Braian Kobla. 
Ambientación: Soledad Ruiz Calderón.
Fotografía: Mariana Roveda.
Investigación: Jimena Trombetta.
Asistencia de producción: Poppy Murray.
Colaboración artística: Luciano Suardi, Maitina De Marco, Lorena Vega. 
Dramaturgia y dirección: Matías Feldman. 


Buenos Aires Escénica
http://baescenica.wordpress.com/

Notas a tus pies

"El amor es un sentimiento que no presupone ningún mérito en la persona que lo suscita. No compromete a ningún reconocimiento ni exige gratitud alguna en la medida en que se trata de una voluntad que no es la nuestra. Esto es el amor: deseo  inopinado sujeto al hastío, siervo del tiempo". Quignard.






Los caminos del amor son inescrutables. El amor en sí mismo lo es. Mi idea del amor jamás coincidirá con la tuya. No habrá dos personas que acierten a definirlo de la misma manera. Quizá coincidan en frases tópicas, las de los calendarios y sobrecitos de azúcar, pero no en lo medular. Mi amor es sólo mío, mi experiencia, mi aprendizaje y, quizá sobre todo, mi modo de expresarlo. Todo esto es cierto, sin embargo... ¿Cuánto de nuestra exquisita sensibilidad compartimos con los otros?

La lectura de Correo sentimental, novela de Valeria Iglesias editada en la colección Potlach de Pánico el Pánico, proporciona reflexiones tan genuinas que se sienten robadas a esa íntima voz en off que todos llevamos dentro. "Usar la palabra amor en ciertos contextos requiere la destreza de un neurocirujano para no provocar desastres", escribe la protagonista. Y todos sabemos de lo que habla. Todos hemos estado en esa estación viendo llover.

Correo sentimental es el diario minucioso de una experiencia amorosa. Una mujer escribe infinitos emails al objeto de su amor y su deseo. Emails que nunca envía. Y, no puede ser de otra forma, lo que comienza siendo un intento de clarificar sus emociones para el otro: me gustas por esto y por aquello, te quiero así pese a que... termina convirtiéndose en una disección de ella misma.

"Descubrir que hay cosas que no me digo, que todo esto son cosas que no quise decirme a mí misma durante años".

La protagonista de la novela es escritora, editora. Eso marca la diferencia. La escritura como forma de vida atraviesa cada cosa y logra que ese zumbido constante y agudo del delirio amoroso se transforme en un hilo de pensamiento sostenido que no precisa de grandes acontecimientos para avanzar. El amor crece en las pausas, en los silencios herméticos del otro, en la soledad. Se riega con cada hipótesis elaborada que jamás llega a probarse. "No me importan las hipótesis porque yo con vos tengo ganas de tener una relación y no un campo de investigación científica", afirma rotunda.

Correo sentimental no es una novela de amor. El amor es la excusa pero termina convirtiéndose en el motor de algo más: de la obra. La justificación de una escritura imparable donde autora y lector se unen en una absurda comunión. Los emails se acumulan como borradores. El amor crece a la par que la escritura pero en la obra adquiere una vitalidad y una eficacia que no posee en la realidad. "Te estás convirtiendo en un personaje de ficción que construyo día a día". Un personaje atento, mejorado, con infinita capacidad de escucha. Un personaje con el que todo es posible. De eso se nutre el pulso de su escritura vorágine. Y ella, la mujer que escribe esos borradores, lo sabe. Estar enamorada apenas es una forma. Qué hacer con ese estado se convierte en el fondo.

La lectura de Correo sentimental nos deja la extraña sensación de que ese peculiar narrador omnisciente que a ratos nos acosa, es una voz común compartida por muchos. Nos obliga a considerar la impunidad que proporciona lo virtual. Podemos mentir, sí, podemos jugar con desconocidos y mantenernos a salvo en una práctica estéril del reflejo de conquista, pero también podemos ser espantosamente sinceros. "En lo que escribo hay una intimidad de mi pensamiento que no sé si quieras visitar", afirma ella. Podemos confesarnos, pelear con nosotros mismos para entregarnos a un ejercicio de transparencia desmedida, podemos ser valientes, obscenos, divertidos, provocadores, cursis, idiotas.

Podemos ser nosotros mismos. A solas.
Hay que saber que nada de eso hará que alguien nos ame más, mejor, o un poco.
Nunca fue tan inútil ser romántico.

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Valeria Iglesias, Correo sentimental, ed. Pánico el Pánico, Bs. As, 2012. 

Prueba I: El espectador

Compañía Buenos Aires Escénica está integrada por Matías Feldman y un grupo de actores que hicieron hace unos años la destacada obra Reflejos. Este año se propusieron un trabajo llamado Proyecto Pruebas, que consiste en una serie de diez ejercicios de interrogación en torno de lo escénico. 

El primer episodio será Prueba I: El espectador, en diciembre vendrá la Prueba II: La desintegración y en marzo del año que viene la Prueba III: Las convenciones. Este primer episodio es una investigación y reflexión acerca del lugar del espectador en el hecho teatral. ¿Qué sucede cuando el espectador que mira es mirado? ¿Y qué ocurre cuando aquello que mira al espectador es la ficción? Con Javier Drolas, Juliana Muras, Guido Losantos y Braian Kobla.
Miércoles 14, 21 y 28, a las 14.30 y 16.Domingos 18, 25 de agosto y 1o de septiembre a las 18.30 y 20. Reservas a baescenica@gmail.com
 Teatro Defensores de Bravard (Bravard 1178)
Entrada libre y gratuita.


Zarandeando

Fragmentos de una entrevista a La Zaranda, sobre su obra El régimen del pienso, que estará hasta el 25 de agosto en el Teatro Nacional Cervantes. 


"Por la razón que sea, en algún momento, uno deja de creer en el teatro, pero el teatro cree en uno, y no queda más remedio que seguir y ser obediente, porque, en definitiva, ahí está nuestra búsqueda. En ese lugar nos reencontramos, y por ahí hallamos belleza en lo que también antes considerábamos bello".

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... el actor, como el director y el autor deben desaparecer y dejar que aparezca la obra. El teatro es una manera de pasar por la vida y un ejercicio de obediencia y humildad.

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F. P. S.: –Hemos tratado de cambiar un poco más, pero no hay manera...
E. C.: –No estoy de acuerdo con Paco. Hay diferencias. Este trabajo es un punto de ruptura, aunque sigamos expresando lo que de verdad nos toca: la muerte, las devastaciones del tiempo...
F. P. S.: –Es cierto que la atracción por el objeto es distinta y hay muy pocos elementos sobre el escenario.
E. C.: –Tampoco los objetos tienen la belleza de las obras anteriores.
F. P. S.: –Llegamos a pensar que esos objetos se estaban poniendo de moda.
E. C.: Que se habían transformado en decorado de escaparates, como el avioncito de Futuros difuntos o el caballito del carrusel de Ni sombra de lo que fuimos. Cuando los objetos se vulgarizan no sirven. Como en todo, la estética es mudable, la poética no.

La Zaranda en el Teatro Cervantes


El próximo jueves 15 llega al Teatro Nacional Cervantes El régimen del pienso, última obra de la compañía española La Zaranda (Teatro Inestable de la Andalucía Baja). 

La Zaranda es una de las pocas compañías de teatro españolas que ha logrado mantener a lo largo de su trayectoria un universo creador poético, personal y poderoso.

Experiencia recomendadísima.

Estarán desde el 15 al 25 de agosto. 
Funciones de miércoles a domingo. 

http://www.teatrocervantes.gov.ar/nuevo_sitio/




Alcón sucede

Obviedad: el teatro es un arte poderoso. Logra imponerse en las peores condiciones. Sabe aparecer en el peor de los contextos. Por ejemplo, logra, muy de cuando en cuando, hacerse presente en los escenarios oficiales del teatro mundial. El teatro "oficial" es irregular, pobre y gris en todos lados, es así. Sus características son esas. Casi resulta tentador pensar que está bien que así sea, porque gracias a esa pobreza nace otro tipo de teatro. Nadie quiere hacer un teatro como ese. Y en el esfuerzo titánico por distanciarse de eso el teatro muta, crece y, una y otra vez, demuestra ser ingobernable y más fuerte que todos los creadores bienintencionados. (Ay, la maldad de las buenas intenciones...)

Por eso, porque el teatro es a pesar de quienes lo hacemos, es posible que en medio de uno de esos montajes oficiales obscenamente grandilocuentes, subvencionados, huecos y sin alma, se produzca el milagro y el teatro suceda. Alcanza con una frase, un gesto. Algo en todo ese tinglado se ilumina y el escenario deja de ser un lugar donde transcurre la "puesta en escena", para convertirse en un campo minado de milagros que esperan detonarse.

Final de partida, la puesta dirigida por Alfredo Alcón que termina estos días su temporada en el Teatro San Martín, goza de todos los defectos propios del teatro oficial en los que no ahondaremos por aburrimiento, paradoja y dolorosa contractura. No importan. Pocos fueron a ver Final de Partida. Muchos fuimos a ver a Alcón. Fuimos a ver cómo lo hacía. Qué hacía. Esta vez.

Una función de Alcón es una clase magistral de actuación. Por suerte, no toda la platea de la Casacuberta aspira a ejercer semejante oficio pero, para todos los que sí, siendo que en esta ciudad somos legión, verlo laburar a Alcón es una experiencia artística, técnica y sensorial inolvidable. Por más "peros" que haya alrededor.

Sobrealimentados y excesivamente acostumbrados a las (in)comodidades del teatro off, y a las del off del off; abrumados por generar experiencias distintas, intimismos desmedidos, hiperrealismos, excitados por la fuerza del susurro y los altos vuelos de la creatividad forjada en el cero presupuesto, resulta fácil olvidar, obviar o incluso desconocer, las exigencias y herramientas del oficio actoral. Noventa minutos con Alcón sirven para recordarlas todas y para entender que la actuación es una disciplina tan profunda e infinita como actores existen.

¿Hay que describirlo? ¿Acaso es posible? ¿Tiene algún sentido descuartizar la técnica que constituye el alma de un personaje en escena? ¿Entrar a analizar cada sutileza, los aciertos, las precisiones? No. Realmente no.

Hoy Alcón hará una nueva función. Y todo será distinto.

No obstante, nos atrevemos a apostar por la repetición de algo: esa platea inmensa, anónima, que llega con todas sus expectativas y recomendaciones. O no. Esa multitud que está ahí porque sí, porque van siempre o porque alguien los invitó. Ese público entre los que habrá fanáticos beckettianos y gente que nunca se asomó a sus palabras y que recién ahí van a merendarse algo inesperado... Todos ellos comenzarán la función como un hormiguero inquieto donde se multiplicarán las toses, los zumbidos y luces de los malditos celulares, los papelitos de los putos caramelos, los inevitables comentarios a media voz sobre la salud y la edad de Alcón, los chistidos de los que reclaman el silencio que tal solemnidad exige, el ruido de esas misteriosas bolsas que se abren y cierran buscando quién sabe qué mierda imprescindible para el dueño...

Insistimos: todos ellos. Todos en algún momento lograrán quedarse quietos y callados. Alguno se habrá dormido, sí. Pasa. Pero los que no, los que sobrevivieron a los inconvenientes de la puesta, los que lograron escuchar, los que se conmovieron con una frase repetida, los que sintieron que algo de esa historia, de sus personajes, les pertenecía, estarán ahí, en manos de Alcón. Y sabrán que algo les sucedió.

Quizá sólo se vaya al teatro, se siga yendo, para eso, para que un hombre, una mujer, el actor, la actriz, se conviertan en algo que nos sucede.

Quizá.


Final de partida. 

Texto: Samuel Beckett. 
Adaptación: Francisco Javier. 
Con: Alfredo Alcón, Graciela Araujo, Roberto Castro, Joaquín Furriel. 
Vestuario: Mirta Liñeiro. 
Escenografía: Norberto Laino. 
Iluminación: Gonzalo Córdova. 
Apuntador: Lautaro Ostrovsky. 
Asistencia técnica: Franco Battista. 
Producción: Complejo Teatral Buenos Aires, Pablo Kompel. 
Dirección: Alfredo Alcón. 

Teatro San Martín.
Hasta el 4 de agosto.