Martin Blaszko III

Cuando nos interrogamos sobre los elementos que constituyen la efímera naturaleza de un personaje tendemos a complicar la respuesta buscando las infinitas particularidades que garanticen la distancia adecuada con el indeseable estereotipo y que nos transmitan los insondables misterios del alma. Las exigencias de la ficción abruman nuestra siempre dudosa toma de decisiones. Por eso resulta saludable y conveniente aproximarse cada tanto a un documental, ese terreno tan ambiguo elegido como ecosistema de todo lo imposible.

Ignacio Masllorens es uno de esos directores cuya intuición sobre su objeto de estudio o deseo - ya sea una fotografía, una canción, una inverosímil anécdota histórica o, como en este caso, una persona-, se beneficia siempre de un entendimiento profundo del lenguaje audiovisual y de un humor sutil e inteligente. Si alguno de los privilegiados que vio El humor, pequeña enciclopedia ilustrada, exquisitez donde las haya que aborda el trabajo de algunos de los más importantes ilustradores argentinos con una agudeza inolvidable, llega a disfrutar de la proyección de Martin Blaszko III que se ofrece en el Malba los sábados de mayo, coincidirá conmigo en que el ejercicio de observación de una profesión artística se traduce en una comunión tácita con la vocación, sea cual sea, y en una justificación de todas las peculiaridades que el artista desarrolla y necesita para enfrentarse a este mundo extraño en el que debe ubicar su obra.

Blaszko III es un retrato fresco y puntualísimo de un artista plástico de más de noventa años. Masllorens lo muestra en su máximo esplendor. Laburando en su taller y participando de todos los detalles de la que fue su última muestra en vida, una retrospectiva en el MALBA.

No hay introducción al universo del artista, ni análisis o valorización de su trayectoria. No hace falta. Vemos dos días de trabajo. El cotidiano del artista. Son muy pocos los planos y las frases elegidas con las que se transmite la inmensidad de una vida dedicada a la práctica de una obsesión amada.

Blaszko se convierte a sí mismo en personaje. Se ríe de sí mismo. Pero también de los otros. Del mundo del arte. De sus absurdos y burocracias. Se ríe. Y juega. Todo el tiempo. Juega con sus esculturas. "Las menos malas". Las observa incansable, las cambia de lugar. Transforma el espacio en algo que sólo él termina de comprender después de mucho pensar, mirar, probar y pensar de nuevo. Ríe. Y nos hace reír sin pretenderlo porque, por momentos, Blazsko es casi una caricatura de nosotros mismos. Nosotros cuando estamos bien. Cuando queremos jugar, mirar, probar y pensar de nuevo.

Quizá el mejor de los retratos sea aquel donde todos podemos reconocernos. El trabajo de Maslllorens sobre Martin Blaszko apunta a eso. No es una oda al genio. Es una construcción de personaje a la medida de sus espectadores.

Martin Blaszko III
Dir. Ignacio Masllorens

Sábados 18h en el MALBA