Viejo, solo y puto

Ahí vamos.

Título pedrada. Para que lo pensés. Para que no te de lo mismo. Para que vayas considerando si será un chiste, qué color tendrá el humor, qué posible historia puede tejerse a los pies de esa suma de ideas que, pensálo, ¿se referirán a un único personaje de la obra? ¿O será uno de esos títulos que funcionan como marco adelantando la idea general? No sabés. Pensá.

Hay obras para las que nos preparamos antes. Esas a las que llegás con recomendaciones varias, referencias cruzadas que te pintan un cuadro irresumible. Obras que te recuerdan que como público, elegís. Una y otra vez renovás tu compromiso con el teatro. Con qué teatro.

Viejo, solo y puto activa muchas de esas inquietudes y las revuelve, ordena y desordena, durante ese lapso de vida compartida que es una función.

No importa qué cuenta. Importa cómo. Con cuánta precisión se desdibuja un posible argumento y se construyen unos personajes que no pueden ser más redondos, coherentes y fascinantes. Son todo eso gracias a lo mucho que dicen y hacen, pero también, y sobre todo, a lo mucho que no, a todo lo que dejan intuir e imaginar sobre sus vidas, esas cinco criaturas a las que Sergio Boris hace coincidir en la trastienda de una farmacia durante un ratito, apenas unas horas de una noche cualquiera donde somos testigos, divertidos e incómodos, de una convivencia tan armoniosa como bizarra. Están ahí, juntos, necesitándose desesperadamente, queriendo amar y ser amados, viviendo al límite de sus posibilidades, tentando a la vida, su suerte, luchando por cambiar y, sobre todo, por no estar solos. Esa soledad anunciada en el título de la obra.

Cuando el teatro consigue sostenerse en esa cuerda floja que son los estados, la intensidad de un clima, de algo que parece a punto de estallar y se contiene una y otra vez, nos permite recordar su extraordinaria naturaleza, su potencialidad en un aquí y ahora al que se nos invita hoy. La próxima función será distinta.

Viejo, sólo y puto es una de esas obras que dan ganas de ver muchas veces para jugar a buscar las diferencias, para disfrutar junto a los actores de cada una de las sutilezas elegidas en la partitura de su composición. Un elenco admirable. Una creación llena de aciertos.

Algo para celebrar.
Imperdible.


Viejo, solo y puto.

Dirección: Sergio Boris.
Actúan: Patricio Aramburu, Marcelo Ferrari, Darío Guersenzvaig, Federico Liss, David Rubinstein

Vestuario y escenografía: Gabriela A. Fernández.
Iluminación: Matías Sendón.
Diseño sonoro: Fernando Tur.
Gráfica y fotografía: Brenda Bianco.
Asistencia artística: Adrián Silver.

Asesoramiento de maquillaje: Gabry Romero.
Asistencia de escenografía y vestuario: Estefanía Bonessa.
Asistencia de dirección: Jorge Eiro.
Prensa: Daniel Franco, Paula Sminkin.
Producción: Jorge Eiro, David Rubinstein.

ESPACIO CALLEJÓN
Humahuaca 3759.
Reservas: 4862-1167

A veces no es así

El cansancio infinito
porque no hay casi nada
que se parezca un poco
a lo que se desea.

Será que se desea siempre mal.
Lo que menos se debe.
Lo que no nos conviene
o nada importa.

Será que se desea demasiado
a la mujer del prójimo
y esas cosas: el jardín y la vaca…
y cualquier otra flor
que asome en la ventana,
allá, indiscreta,
dejándonos así,
convencidos de nuevo
de que la vida, eso,
sucede en otra parte,
a todos los demás,
y lo nuestro es acaso
un borratajo al pie
de un manuscrito
olvidado en el fondo de un cajón
que nunca se abrirá.