Hasta que cae la lluvia.

No siempre se llega a los estrenos, son muchas, muchas las obras que no llegamos a ver, tantas otras las que descubrimos por accidente... y están también esas que vamos demorando ver porque confiamos en que la próxima semana sí, la próxima semana voy sin falta. Cuando por fin se asiste a una de esas que hace rato están en nuestra lista de pendientes y la cosa nos gusta, nos sentimos culpables por no haber ido antes, por no verla más veces para tomarle el pulso. Seguir su crecimiento. Una obra de teatro es una entidad que muta constantemente, se transforma, crece, se ajusta cada semana, en cada función, con cada público que la desafía silencioso.

Hasta que cae la lluvia es una de las últimas obras que nos hizo pensar en todas esas cuestiones.  Una propuesta que tiene su origen en un taller de montaje de Claudio Tolcachir de hace tres años. Una de esas ideas de gestación colectiva que se expanden en el tiempo y queda en algún lugar no identificado durante una temporada hasta que los implicados se animan a retomarlo y apuestan por revisarlo, cuestionarse, buscar una mirada externa que los acompañe y llevarlo a escena para mostrarlo cuando la cosa ya ha despegado del tinte de "montaje de taller".

Sin duda, ese es uno de los méritos más interesantes de esta iniciativa, ver cómo superó su naturaleza de ejercicio creativo para convertirse en una obra sólida capaz de sostener dos argumentos anecdóticos cruzados gracias a la solvencia y eficacia de un muy buen trabajo actoral donde se intuyen esos detalles de apropiación de un personaje libre inventado por uno mientras se improvisa y juega con muchas excusas que quizá ya no están pero que los nutrieron. De ahí que funcione la mezcla, no sólo de los personajes tan diferentes, sino también de dos historias que se conectan formalmente con unas muy atinadas pautas de dirección que logran que la puesta adquiera esa rara consistencia de lo "cinematográfico" en teatro. Así, la acción en paralelo, los personajes compartiendo espacios, gestos, humor, temores y hasta soluciones dramatúrgicas, fluyen sin inconveniente y con ingenio.

Todo eso despierta la inquietud por el proceso previo, por la suma de azares, errores, decisiones y hallazgos que les permitieron llegar a este interesante resultado final que nos ofrecen después de tres años. Humor puntual y bien medido, buen ritmo, buenas actuaciones y mucha organicidad y sencillez al servicio de la diversión en la historia.

Vayan a verla y entenderán mejor todo esto.

Viernes a las 23hs. en La Carpintería.

Dirección y puesta en escena: Melisa Hermida.
Actúan: Miguel Bianchi, Mario Bodega, Pedro Ferreyra, Cinthia Guerra, Matias Labadens, Andreína Petriella, Demián Salomón, Florencia Suarez Bignoli, Sol Tester.
Vestuario: Melina Poggi.
Diseño de escenografía: Gonzalo Córdova.
Diseño de luces: Gonzalo Calcagno.
Asistencia de dirección: Julia Dulitzky.
Prensa: Flavia Salvatierra