Danza en espacios

Acá va otra iniciativa de la que nos hacemos eco, un ciclo de danza coordinado por mujeres y con unos conceptos de trabajo muy interesantes. Recomendamos entrar en http://www.danzaenespacios.blogspot.com/ donde se detalla el proyecto y se presenta a las integrantes. Este es el texto que usan como carta de presentación:

"Danza en Espacios es un proyecto impulsado por bailarinas y coreógrafas de Buenos Aires y otras ciudades de Argentina que apuesta a la diversidad de sus componentes. Danza en Espacios es un proyecto impulsado por bailarinas y coreógrafas de Buenos Aires y otras ciudades de Argentina que apuesta a la diversidad de sus componentes.


Nuclea a diferentes artistas independientes a través de la producción de un ciclo de danza itinerante.

Elegimos para el ciclo espacios convencionales o no convencionales, dando a la producción escénica un marco y un sentido particular. Las obras que se presentan se entienden como piezas inacabadas, posibles de ser modificadas, atravesadas, transgredidas y adaptadas en cada espacio que habiten.

Nuclea a diferentes artistas independientes a través de la producción de un ciclo de danza itinerante.

Elegimos para el ciclo espacios convencionales o no convencionales, dando a la producción escénica un marco y un sentido particular. Las obras que se presentan se entienden como piezas inacabadas, posibles de ser modificadas, atravesadas, transgredidas y adaptadas en cada espacio que habiten".



7°Festival de Títeres para adultos en Buenos Aires.

Aún falta un poco pero conviene ir agendando para que no sea una de esas cosas de las que nos enteramos cuando ya pasaron. Del 16 al 27 de junio se celebrará un nuevo Festival de Títeres para adultos. Las sedes son varias, la programación pinta interesante y toda la información al respecto la podéis encontrar en la web del evento: http://www.elbavastel.com.ar/




La historia de la pintura de Madame Zilensky (I)



Van Gogh.



Hopper.



Pollock.



Rothko.



Barceló.

La puta que pone la cama

Sigue pasando. Parece que cada vez más. No hay estadísticas al respecto pero la cosa sigue: hay muchas cooperativas de teatro que se ven en la absurda situación de estar pagando para poder trabajar. Qué cosa fea, ¿no? Pues sí, muchas salas o espacios que funcionan como tales, insisten en cobrar un seguro de sala a los elencos. Y no se trata de una cosa simbólica, no, la cifra va de los $150 para arriba por función.

Estamos hablando del circuito off (y del off del off, claro) que, para bien o para mal, es lo que más conocemos y sufrimos. Las cooperativas teatrales que muestran sus obras en estos espacios pensados para capacidades limitadas a duras penas consiguen prolongar su presencia en cartel más allá de los cuatro meses. - Hay muchísimo que matizar en torno a las razones de esa brevedad, empezando por si realmente es tan corto ese tiempo, pero no es el tema que nos ocupa hoy -.

Generalmente son pequeñas producciones que, con suerte, consiguen un subsidio de Proteatro. Muchas ni eso. La ganancia en efectivo de la función suele ser una cifra ridícula que, una vez restado el porcentaje de Argentores y el de la sala, debe repartirse entre las cinco, siete, diez... personas que conforman el grupo de trabajo. Quizá saquen para cenar ese día o para pagar alguna factura puntual. Poco y nada, vamos. Nadie en su sano juicio se pone a hacer teatro por la plata. Igual, nadie llora, se disfruta de algún modo perverso, se justifica el esfuerzo, se resignifica casi todo con algo tan sencillo como un aplauso.

No obstante, no vemos el motivo por el que haya que sumarle a tanto despropósito ese menosprecio por el laburo ajeno. Señores en sus salas, muy queridos, ¿acaso no les gusta programar obras que les interesen? ¿Obras que les gusten, en las que crean por un motivo u otro? ¿No les gusta que la gente conozca su espacio? ¿Que allí dentro suceda algo? Suponemos que sí. Entonces, ¿no sería coherente que esa gente que labura para llenar su espacio no tuviera que pagarles a ustedes para usarlo?

Aclaremos las cosas, eso se llama alquiler de sala. Es otro concepto, legal pero distinto. Sobre todo, tan muy señores míos, recuerden que si su espacio, ustedes, reciben un subsidio (Proteatro, INT...) NO PUEDEN COBRAR SEGURO DE SALA PORQUE ATENTAN DESCARADAMENTE CONTRA LOS PRINCIPIOS DEL SISTEMA.

Sí, ya imaginamos la infinita morralla que reciben. Mi más sentido pésame, pero de eso se trata. Hay que seleccionar. Comprometerse. Y si nada les gusta, no programen. Den fiestas, cualquier cosa, pero no jodan a nadie.

Por otro lado, actores, directores, gremio amado y tan raro, ¡no sean idiotas! ¿Tan desesperados están por mostrar sus obras que van a pagar por ello? ¿No les sale mejor hacerlo en otro sitio y a la gorra o gratis? ¿No están hartos de ser la puta que pone la cama? No sean tan ingenuos. Denuncien. Perseveren. Digan que no. Van a ver que no cuesta tanto. En serio, reflexionen, porque entre lo que les pagan a los de la prensa y a esta gente, van a tener que ahorrar mucho para poder trabajar.

Entrevista a M. Kartun

Fragmentos interesantes de la entrevista de C. Martyniuk a M. Kartun, en... aunque cueste creerlo, sí, en el Clarín del domingo pasado. A veces pasa, ¿no?
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¿Cómo se sostiene la repetición de la obra, diez, cien veces?

Es un misterio que sólo los actores pueden entender en su propio cuerpo. La mayoría de ellos ni siquiera puede explicarlo. Creo que pasa por el goce del acto mimético. Yo mismo, frente a la repetición de la obra, empiezo a pensar en fórmulas para renovarla. Para renovar el entusiasmo, intercalo observaciones, recupero cosas que se hicieron en viejos ensayos. Y hay veces que siento que los actores me miran como diciendo "no hace falta avivar el fuego, el fuego está presente". Hay que ver cómo se enciende el actor minutos antes de comenzar la función. En segundos, queda atrás un día de mucho trabajo o de mucho dormir y deja entrar al personaje, se convierte, acepta el desafío de lo mimético y lo vive en un estado de gracia. Las buenas obras hechas por buenos actores generan momentos sagrados.

¿Cómo se dispone el tiempo?

El teatro es una forma curiosa de condensación del tiempo. El teatro es tiempo condensado. Jarabe de tiempo. Las obras de teatro nunca duran lo que duraría la realidad de ese fenómeno, aun las que están escritas en tiempo real. El texto teatral se queda con lo necesario.

¿Cómo relata el teatro?

El espectador, cuando se sienta, ve algo, un relato que sucede frente a sus ojos, pero además hay alusiones. De manera que se ha visto una obra pero ha imaginado al menos diez veces más que lo visto. Hay un relato encubierto, en el cual el espectador, creyendo disfrutar de lo que está frente a sus ojos, se carga de aquello que no ve. El manejo solvente de la técnica teatral es aquel que logra la mejor ecuación entre lo que se ve y lo que se alude. Cuanto mayor sea el volumen de lo aludido sin apabullar al espectador en el marco de lo que debe ver, pues mejor es la obra en términos de esa dialéctica. Hay un conocimiento condensado en el cual en dos horas, en realidad, un espectador quizá vio cincuenta. Con esta virtud, al teatro entonces no le cuesta traer una época a la vista del espectador a través de pequeños rasgos que desarrolla a partir de un enorme sistema de alusión. También crea un sistema ritual muy curioso: en el teatro conviven presente, pasado y futuro. El teatro es un presente que continuamente está aludiendo al futuro en la expectativa que crea sobre la resolución del conflicto. Es un presente que alude a un futuro que está vivo en las expectativas, mientras cuenta un pasado. Simultáneamente, el espectador hace su tarea de incorporar conocimiento de los tres planos.

La entrevista completa en: http://www.clarin.com/suplementos/zona/2010/05/23/z-02199081.htm

Más sobre el otro Colón

Aclaramos que nos limitamos a difundir la información que como tantos otros miles estamos recibiendo por email y, aunque carecemos de recursos, ilusión e iniciativa para constatar la veracidad de unos y otros, nos consta que la ausencia de polémica en el el discurso público nunca implica nada nuevo y, por otro lado, conociéndonos como nos conocemos, este lado de las cosas suena infinitamente más creíble que ese fastuoso país del Bicentenario que nos están queriendo vender. Todo suena tan pátetico como indiganante. Y triste. Infinitamente triste. Lean y saquen sus propias conclusiones.

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El desguace del Teatro Colón
Olga Cristóbal


La inigualable acústica del Colón, inexplicable hasta para los ingenieros especializados, es lo que convirtió al teatro en la primera sala lírica del mundo. A posteriori de la función de prueba, días antes de la reapertura oficial, el 24 de mayo, fue estruendoso el coro de los que juraron que “la acústica está intacta”. No comparten la opinión ni el compositor Roberto Blanco Villalba, presente en la función, ni buena parte de los músicos y coreutas, que registraron reverberación, estridencias, problemas para escucharse entre los integrantes del coro, que los distintos sectores de la orquesta no amalgaman y que el retorno al escenario es distinto con la sala llena que con la sala vacía. El gobierno macrista se ufana de que las mediciones son iguales que antes de las obras. Pero no publicó ni las mediciones previas ni las actuales, ni permitió ningún tipo de estudio o medición por parte de expertos independientes, que no hubieran intervenido en la restauración.

Que en bambalinas nada funciona lo dejó en claro Ricardo Bartís, que canceló su estreno en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC), previsto para la reapertura. Bartís dijo que “el sistema de producción no existía, es una entelequia, se decía que iban a estar los objetos, el vestuario, la sala para ensayar, la plata para comprar elementos y para los viáticos. Nada de eso ocurrió” (La Nación, 9/5). Otro indignado es el hijo de Raúl Soldi porque, contra lo prometido, la cúpula de 300 metros cuadrados pintada por su padre no fue restaurada. “Sólo restauraron la pequeña parte dañada por la humedad. Reparar el resto de la bóveda, que está cubierta de hollín, costaba entre 30 y 40 mil dólares... ¡Una suma insignificante para los 25 millones de dólares que cuesta la refacción!”, dijo.

La “restauración” del Colón desarmó los famosos talleres que elaboraban integralmente los espectáculos. En la página oficial aún se los propagandiza: “Sus talleres, a cargo de personal de alta calidad artística, técnica y profesional afectado a la producción y confección de decoraciones y elementos complementarios (vestuarios, zapatería, utilería, peluquería y tocados, montaje, luminotecnia, etc.) son únicos en el mundo”. Infames:, verdaderos creadores de una  el macrismo, que puso a 450 trabajadores en disponibilidad o los dispersó en otras áreas de gobierno, aún no acata la orden judicial que lo intimó a reinstalar en sus puestos a cientos de técnicos y artesanosescuela de oficios que se transmitía de generación en generación, responsable de la prestigiosa producción propia que distinguía al teatro. El Colón sólo compartía esa peculiaridad con el Bolshoi y la Opera de París.

El director Pedro Pablo García Caffi acaba de reconocer a Noticias que la tercerización es el corazón del plan: “Lo que hicimos fue una reestructuración orgánica funcional. Eliminamos estructuras obsoletas e improductivas; los teatros de ópera actuales funcionan de una manera muy dinámica: tercerizan todo, desde la escenografía hasta la limpieza. Antes se producía la escenotecnia de un modo, ahora con un sistema más moderno se obtiene el resultado con menos gente”, dijo García Caffi. La “eliminación” incluye cantantes líricos, figurantes, diseños de producción, arquitectura teatral, grabación y video, fotofilmación, mecánica escénica, efectos especiales electromecánicos y mayordomía. Dicen que la tercerización ahorra recursos al erario público. Es un verso: deja a cargo del Estado las áreas que ningún empresario querría – la orquesta, por ejemplo– y privatiza lo que después se verá obligado a alquilar o comprar.

La restauración reasignó, además, las salas de ensayo para crear confiterías, dos tiendas de souvenirs y cuatro salas VIP. Los vestuarios de los bailarines fueron reubicados en el tercer subsuelo, donde antes funcionaban la peluquería, el taller de mecánica escénica y el depósito de fotofilmación. Los camarines de los músicos –con muebles de cedro, estantes de mármol y espejos, que nadie sabe dónde fueron a parar– se redujeron a pasillos en donde sólo entran parados. En su lugar funcionará una de las confiterías.

Con la excusa de avanzar en la obra, el gobierno retiró mobiliario, vestuarios, instrumentos y gran parte del patrimonio. Están expuestos a la humedad y en condiciones deplorables en el Centro Municipal de Exposiciones, según constató, el 25 de febrero, el juez Guillermo Scheibler. La Biblioteca, que tenía más de 100.000 documentos entre programas, partituras, bibliografía, recortes periodísticos, publicaciones nacionales y extranjeras, y más de 25.000 fotografías de artistas siguen arrumbados en containers al aire libre, en los depósitos Lavardén.

El macrismo, pero antes Telerman y antes Ibarra, pretende convertir al Colón en un centro turístico. El desguace de sus plantas estables y de la producción intenta convertirlo en un teatro llave en mano, de alquiler. De hecho, con el teatro ya cerrado, en octubre de 2008, el gobierno lo abrió para alquilarlo a la firma Converse All Star, que hizo un desfile. Les salió realmente barato: como pago, All Star entregó 120 joggings para el Cuerpo Estable del Ballet (Perfil, 3/11/08).

La otra cara de la reapertura del Colón.

Ahora que están anunciando a bombo y platillo la apertura de puertas del Colón, no viene mal ver este documental colgado en youtube que muestra más de un descalabro al respecto de los que no nos van a hablar. Otro negocio más de mister M.

Recomendamos visitar todos los links.

http://www.youtube.com/watch?v=3F6LWYMpLz0&feature=related





http://www.youtube.com/watch?v=snq8gQnJyPU&feature=related

Rilke (II)

Volvemos una y otra vez a visitar libros y películas, como quien entra a casa de un amigo. Y siempre, siempre, pareciera que llegamos por vez primera. Por suerte, nos esperaban y somos bienvenidos.
Hoy, nuevamente Rilke.

"Y aquí mismo le expresaré un ruego: lea usted lo menos posible de cosas de crítica y estética: o son puntos de vista partidistas, petrificados y que han perdido el sentido en su endurecimiento falto de vida, o son hábiles juegos de palabras, en los que hoy triunfa esta opinión y mañana la contraria. Las obras de arte son de una infintia soledad y con nada resultan menos accesibles que con la crítica. Sólo el amor las puede captar y hacer suyas y puede ser justo hacia ellas. (...) Deje usted que sus juicios sigan su propio desarrollo silencioso y sin estorbos que, como todo progreso, debe brotar de lo más profundo de usted y no puede ser ni apremiado ni favorecido por nada. Hay que dejarse llenar de cada impresión y de cada germen de un sentimiento por completo en sí mismo, en la oscuridad, en lo indecible, en lo inconsciente, en lo inalcanzable al propio entendimiento y esperar con profunda humildad y paciencia la hora del alumbramiento de una nueva claridad: ésta es la única manera de vivir que puede decirse propia de un artista, tanto en la comprensión como en la creación".

R. M. Rilke, Cartas a un joven poeta, traducción de J. Munárriz, Hiperión, Madrid, 3°ed., 2007.

Cada dos poetas portugueses hay un gato negro.

Es el título de un cuadro de Felipe Giménez. (No éste de acá, otro del que no hemos encontrado reproducción). Ya hablamos de este artista plástico en alguna ocasión, ya lo recomendamos. Insistimos. Parece que en junio estará por el Recoleta. Atentos.

Hoy rescatamos un breve texto que nació del cuadro, de ése título, de la perfecta unión de ambos.

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Cada dos poetas portugueses hay un gato negro que se pierde en una callejuela de Lisboa a esa hora de la siesta en que las ancianas se sueñan hermosas y los niños no duermen porque temen despertarse ya crecidos.

Cada gato perdido es un hallazgo de suerte o maldición para el que pasa. Algunos los esquivan y persignan su rostro de domingo sin besar; otros, casi valientes, los saludan, como viejos amigos que, con prisa, no aciertan a pararse y saludar. Y están también los otros, los que dudan y esperan quietecitos en la sombra, a que su gato negro se deshaga, a que se vuelva noche o luz de gas.

Tan sólo los poetas les sonríen sin darles de comer, que quede claro. Son duros estos días para el verso, no sobra ya el pescado ni la leche con la que antaño tanto se alegrara la vida de mininos callejeros. Igual, los gatos negros, es sabido, no precisaron nunca de limosnas. No se sienten mendigos, son felices. Se saben casi el eco de algún verso que alguien recordará dentro de nada, un verso que descansa entre las flores de algún perverso amor que ahora comienza.

Cuando el amor no entra



Gabo Ferro, del disco Mañana no debe seguir siendo esto.

vidas pequeñas

A la espera de que el nuevo libro de Pilar Rubio Montaner cruce el charco, acá abrimos una ventanita hacia sus páginas.



Verás, es una pequeña parte del mundo
donde también suceden cosas, como en cualquier sitio.
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Es una crónica de mi rincón.
P. Auster.


Calles


Esos rostros que se encuentran una sola vez en la vida.
No se conocen, pero comparten refugio con una copa caliente en la barra del bar.

Mientras el granizo repentino golpea los coches, ellos hablan de este tiempo tan raro ayer calor y hoy fíjese, hablan del frío en las casas de aquellos duros inviernos, intercambian las opiniones a favor o en contra de la última propuesta del gobierno, los hijos que tienen y los nietos, de dónde son, sus respectivos trabajos cómo fueron.

La tormenta cesa. Pagan la consumición y cada uno retoma su camino.

Dos rostros que coinciden en la vida durante media hora. Algunas confidencias, nada íntimo, sólo la necesidad de una conversación entre los humanos.

Vidas pequeñas, Pilar Rubio Montaner, Difácil, 2010.

"Mantener los perros en el sótano".

Hace unos días tropezamos con este artículo de J. Gomá Lanzón sobre la vocación literaria en El País, acá os dejamos unos recortes sobre el mismo que seguro que cada uno sabrá extrapolar a su propio viacrucis vocacional.

¿Qué es la vocación literaria?

Por de pronto, una anomalía vital. (...) Tener vocación literaria significa comprobar que de las mil posibilidades humanas, sólo una, una nada más, de una forma espontánea y sorprendente para uno mismo, absorbe por entero las anfractuosidades de una personalidad en origen plural y compleja, y activa en esa muy específica dirección todas las facultades intelectivas, volitivas, sentimentales y hasta corporales del sujeto rehén de la musa, ejerciendo sobre él una tiranía de sátrapa oriental. (...)
La vocación es una manía numinosa que se moviliza imantada por una fascinación magnética -mysterium fascinans-, pero que exige a cambio una devoción exclusiva, no compartida, que excluye fáusticamente -mysterium tremens- el amor por cualquier otra cosa en el mundo. Pues en efecto si hay algo claro sobre la vocación es su tendencia al totalitarismo, que practica rapiñando en el interior de su presa para instrumentalizar todos los campos de la subjetividad afectada, pensamientos, experiencias y afectos, devorándolos con voracidad insaciable. La vocación suministra una inigualable intensidad a la existencia, crear la apariencia de trocar el azar por la necesidad en la propia biografía derramando sobre ella una lluvia de "sentido", pero a precio de que todo lo demás no lo tenga o lo tenga como ocasión para una confirmación de esa emoción primera, omniabarcante y omnipresente. Y como el hombre de vocación sabe que ese especialismo vital suyo es comparativamente exagerado y aun monstruoso, finge ante el mundo una afectada normalidad de buenos sentimientos y buena ciudadanía que en el fondo no conoce ni comprende. Y como, por añadidura, lo habitual es que entre el nacimiento adolescente de la violencia de la emoción y el momento de darle serenamente forma, la madurez capaz de convertirla en obras literarias bien acabadas, se abra un considerable lapso de tiempo, ahí tenemos a ese hombre preñado de vocación soportándose malamente a sí mismo y sobrellevando su extraña gravidez en el lento rotar de las estaciones, un año tras otro, abandonado a la más perentoria y solitaria ansiedad.

En esto se observa hasta qué punto constituye un error y un monumental malentendido de la verdadera esencia de la vocación literaria esa propensión romántica a enaltecer la originalidad y la excentricidad del artista, en suma, su vida como radical anomalía, porque siendo ya la vocación la más extremosa de las anomalías vitales, la tarea del artista genuino no consiste en alentar una pulsión que de suyo es bárbara e imparablemente expansiva sino, por el contrario, en arreglárselas de alguna manera para, en expresión de Thomas Mann, mantener los perros en el sótano y no permitir que se enseñoreen de la casa entera. El artista no necesita ayuda para inflamar todavía más el incendio íntimo que le consume sino para frenar su onda abrasiva, templarla y mantenerla en unas proporciones humanamente vivibles y civilizadas. (...)

Una precisión importante: vocación no arguye genio ni talento. Hay vidas extenuadas por una intensísima vocación pero artísticamente estériles, incapaces de producir nada de mérito. Con mucha probabilidad la devoción de Salieri por la composición musical no sería menor a la de Mozart, ni su ansia por producir algo inspirado, realmente grande. Su vocación era pareja, pero sus resultados no.

El artículo completo está en:
http://www.elpais.com/articulo/portada/vocacion/literaria/elpepuculbab/20100501elpbabpor_23/Tes

Marta

En poco más de una semana aparecerá en el off porteño un nuevo personaje femenino que dará mucho que hablar. Viene pisando fuerte y no precisamente con zapatos de taco, avanza abriéndose lugar a codazos, llega después de mucho perderse y rebuscarse, llega enamorada, cansada, sola, enfadada, energúmena, viene cantando, baila y se cae por el camino, llega dispuesta a cortar cabezas y devorar corazones, siempre llorando a carcajada limpia.

Marta, opera prima como dramaturga de la actriz Francisca Ure, nos presenta a una mujer que pareciera ser la destilación de lo mejor y lo peor de todas. La débil, la víctima, la asustada, la solitaria, la nena, la jodida, la fea, la enojada, pero también la enamorada, la puta, la soñadora, la vieja, la decidida. Marta de todos los colores y para todos los gustos.

¿Qué pasa con el amor cuando no hay música en francés? ¿No serán las ficciones consumidas en la tierna infancia responsables de nuestras desdichas? ¿Quién quiere ser Alicia cuando se puede ser la Reina de Corazones? ¿Cuántas Martas hay en una?

El amor nos vuelve idiotas.
El infierno son los otros.
Es mentira pero duele.
La vocación era esto.

Marta, nos revela a un elenco de actrices hetereogéneo y potente. Cada una de ellas encarna a una Marta única, acaso cada vez más dislocada, más desmedida, más imprevisible. Todas ellas divertidas.

Mención aparte merece la puesta en escena, donde se aúnan con gracia animaciones de Dalmiro Zantleifer, la iluminación de Omar Possemato y el audiovisual de Martín Berra.

Recomendada por su frescura, su desparpajo, su originalidad bien entendida - es decir, en atención al origen de uno y no de la populosa novedad -, su manera de recordarnos que hay otros modos posibles para casi todo y que reírse de uno mismo sigue siendo la mejor de las salvaciones posibles.

Prepárense para reír.
Tranquilos, también van a pensar, sentir...

Marta, estrena el 15 de mayo.
Texto y dirección: Francisca Ure.
Actúan: Laura Aneyva, Cinthia Guerra, Clarisa Hernández, Nadia Marchione, Luciana Sanz, Florencia Savtchouk y Sol Tester.
Ilustraciones y animaciones: Dalmiro Zantleifer.
Escenografía y vestuario: Sol Soto.
Iluminación: Omar Possemato.
Audiovisuales: Martín Berra.

Sábados 21hs.
Huella Teatro. Avda. Medrano 535.  

Una buena iniciativa

Recibimos la buena noticia de un nuevo espacio para la formación de dramaturgos: Saquen una pluma, proyecto coordinado por Juan Ruy Cosín y Mariana Mazover. Tanto los contenidos seleccionados como el modo de trabajo suenan más que interesantes. Comenzarán este mes con las clases, así que no dejen de informarse.



Amentia

No es nuestro objetivo comentar estrenos, afortunadamente, pero al descubrir pequeñas joyas como esta, lamentamos no haber sabido de ella antes, no haberla apoyado y seguido desde sus comienzos. Sea como fuere, el hecho de que aún siga en cartel habla, una vez más, de la importancia de la calidad y el boca a boca para que una obra respire, crezca y se transforme gracias al público.

Amentia es una obra del colectivo teatral Puerta Roja, escrita y dirigida por Marcelo Subiotto. Varios de los proyectos de Subiotto profesan un amor por la palabra, por la literatura llevada a escena y en este caso, la literatura cristaliza no sólo en poesía, si no en poética. El universo femenino que se nos revela es tan críptico como ancestral: mujeres tocadas por la voz de la luna, tan bendecidas como malditas por ese raro don, esa posible vocación con la que se identifica una de ellas. Cuatro mujeres que se nos presentan desde la ausencia de otra, Amentia, cuyo nombre cifra el misterio pero también cierta sabiduría de la tierra, un conocimiento tácito del que todas se sienten partícipes y que desean explicarnos a nosotros, el público, la visita que esperan y reciben con tanta ilusión esperanzada como desgana y frustración.

Amentia es uno de esos proyectos que cada tanto aparecen para demostrarnos que la belleza del teatro pasa por algo tan sencillo como la necesidad de contar una historia. Y si la historia es lo bastante importante, tan pequeña como para ser universal, tan grande como para ser de uno, entonces sí, quedamos atravesados por la obra y nuestras ganas de contarla serán casi las mismas que ellos, las actrices, el director, su equipo, tienen de mostrarla.

Por si fuera poco, Amentia es un muy interesante ejercicio de síntesis. La escenografía, la iluminación, el vestuario, todo, apuesta por una economía de recursos envidiable que nos obliga a centrarnos, sin distracciones posibles, en el trabajo de actuación y en la historia misma. Las actrices se nutren de lo coral manteniendo unas construcciones tan sugerentes como particulares que nos permiten fantasear sobre el antes y del después de la luna para ellas.

Entre tanto artefacto hiperrealista y tanta juventud empeñada en teatralizar el univero que gira en torno a su ombligo, resulta muy refrescante encontrar una propuesta tan original y contundente que nos recuerda que el teatro puede ser mucho más con mucho menos.

Amentia. Texto y dirección: Marcelo Subiotto.
Actúan: Sylvia Tavcar, Verónica González, Lucía Rodríguez y Julieta Graziani.
Puerta Roja. Lavalle 3636. Sábados, 21hs.
Reservas: 4867 4689.